José María Sánchez-Verdú
¿Cuál fue tu primer acercamiento a la música? ¿Te viene de familia?
No hay nadie en toda mi familia que haya tenido vinculación con la música. Vivía en Granada y mi acercamiento vino por la bandurria en mi colegio primeramente; de la bandurria pasé al violín y al piano, a tocar en la orquesta Manuel de Falla de jóvenes, y en seguida ya quería componer. Después tuve la enorme suerte de trabajar la armonía con un gran profesor, Julio Marabotto, y de conocer al organista de la Catedral de Granada, Juan Alfonso García, que fue mi primer contacto con un compositor vivo. Fue no solo mi maestro sino mucho antes el de Paco Guerrero, de García Román, de Manuel Hidalgo… lo que yo llamaría la “Escuela Granadina”. Yo era mucho más joven, y ahí fue, con 16 ó 17 años, cuando ya tenía claro que eso de componer me apasionaba, aunque seguí estudiando después cosas distintas a la vez que la música, como la carrera de Derecho al venir a vivir a Madrid. La composición siempre estaba ahí y se ha ido desplegando más y más, y a día de hoy es la que llena un sinfín de aspectos de mi vida, aunque no solamente: me encantan muchas otras parcelas paralelas como la musicología, que estudié, lo que fue mi trabajo en mi Tesis Doctoral, escribir artículos de análisis o de estética, o dirigir proyectos con orquestas y ensembles de música contemporánea, que lo hago desde hace más de 20 años. Son muchos campos que se compensan. Y hay uno muy especial, el de la pedagogía, que me acompaña hace muchísimos años, y que ahora inicia una nueva etapa en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
¿Qué le dirías a una persona que se acerca por primera vez a tu música? ¿Le darías algún consejo para escucharla?
Pautas puede haber muchas. Explicar o hacer pedagogía puede ser interesante pero creo que lo primordial es tener los oídos limpios, no tener prejuicios. De hecho mucha gente que no viene de la música se acerca a mi música mucho mejor y más fácilmente que los que ya están condicionados por una formación musical tradicional. Es una posición de vida; si uno tiene interés por aspectos como las artes plásticas o el teatro, si uno se quiere acercar a la poesía o a cualquier otra faceta artística, necesita esa sensibilidad abierta, y en este sentido hay personas que se acercan muy bien y personas que encuentran barreras.

¿Qué significa para ti la obra de Pablo Palazuelo?
Hace ya muchísimos años que cuando empecé a entrar más y más en su obra y en sus escritos me di cuenta de que mi confluencia con él era muy grande y que yo estaba haciendo música casi en el mismo sentido que él trabajaba la energía, la repetición, la geometría… Todos estos aspectos me influyeron mucho, y a partir de ahí tuve un desembarco muy grande en su trabajo, y siguió presente, aunque mi música va abriendo otros caminos de búsqueda distintos. Fue y es una referencia para mí muy especial. Quizás mis mayores referencias no están en la música, sino en las artes plásticas, en la arquitectura y en otros campos del conocimiento distintos.
Y además, el mundo árabe también te ha influido, ¿de qué manera?
El mundo árabe me ha interesado enormemente desde que era muy joven. Composiciones mías con títulos árabes las hay desde los años 90. El acercamiento vino sobre todo a través de la poesía islámica y la poesía preislámica, y a partir de ahí, a través de algunos autores y poetas actuales como Adonis, que siempre me han fascinado. Ya he hecho obras orquestales y óperas en donde el árabe interviene. Esa tradición vino de la poesía y de otras formas de conocimiento del mundo islámico, y sobre todo del arte árabe. Piensa que vengo de Granada, aunque allí yo no lo sabía, fue muchos años después, en Berlín, cuando me di cuenta de que estaba trabajando parámetros que tenían mucho que ver con formas de pensamiento artísticos de los artesanos y artistas árabes, y así es como fue ampliándose y entraron otros conceptos más ricos después, como el pensamiento y la filosofía árabe. Un ejemplo de esto es Ibn Arabi, un autor en el que he trabajado mucho. Uno de los premios que he recibido más queridos por mí es el Premio Ibn Arabi que recibí tras Bill Viola, otro gran nombre para mí. Es decir, que la cultura árabe ha aparecido mucho en mi obra, más recientemente con aspectos que tienen que ver con el lado místico del sufismo, y todo esto ha pasado también por mis clases como profesor, por artículos, por mi Tesis Doctoral y por supuesto por mi música. Ese mundo es parte de mi herencia.

A la hora de componer, ¿razón o intuición?
Yo reivindico muchísimo la intuición. Como decía un gran filósofo español, Xavier Zubiri, “la intuición es una forma de conocimiento”. No es verdad que la intuición sea algo improvisado o anecdótico, no, la intuición es fundamental en muchas cosas. Yo confío mucho en ella y trabajo mucho a través de ella. La parte de la razón para el conocimiento también es muy importante, pero ambas van abrazadas, y no dejo de lado jamás la intuición.
En varios de tus trabajos involucras al público. Háblanos, por ejemplo, del caso de tu ópera GRAMMA. Jardines de la escritura.
La verdad es que sí, son muchas mis obras de teatro musical en las que el público interviene en un tipo de dramaturgia en la que el espacio o la arquitectura juegan un papel fundamental. En el caso de GRAMMA, ya que todo gira en torno a la escritura desde el punto de vista filosófico, etc., el público asiste situándose sentado en un scriptorium. Es una especie de biblioteca, lugar donde se copiaban los manuscritos en la Edad Media; la obra, con su escenificación, se podría definir como una ópera-instalación. El público asiste sentado en una especie de casillero de mesas donde cada persona se confronta con un libro, libro que al final de la ópera se puede llevar a casa, porque el libro contiene no sólo fragmentos de dibujos, imágenes, fragmentos de la partitura o textos, sino que contiene también un CD con la música que han escuchando, y eso hace que toda la puesta en escena esté en el libro que haces tuyo al final. Es una idea para mí muy importante el aspecto de la escritura de la cultura occidental y también el de la caligrafía en el mundo islámico, o la caligrafía china. Muchas otras obras mías han jugado con los parámetros de espacios arquitectónicos muy amplios como en ATLAS o como hace poco en Berlín, en Alegorías de la luz, con proyectores de cine antiguos, analógicos, de 16 y 35, y digitales, y vídeos preparados en vivo, etc. El público interviene de muchas maneras: hay procesiones, hay a veces proyectos con tres espacios arquitectónicos superpuestos en los que el público se mueve por un primer espacio, pero hay un segundo que es sólo resonante y un tercero, virtual, que es proyectado a través de la tecnología. Si te das cuenta, el espacio no es anecdótico, sino que es esencial en muchísimas obras.
Recientemente, en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz, se produjo el estreno absoluto del ciclo completo KHÔRA, que se ha gestado entre 2013 y 2019. ¿Cómo ha sido este proceso?
Trabajo mucho con algunos intérpretes muy especiales y uno de ellos ha sido desde siempre Andrés Gomis, con el que llevo 20 años o más trabajando, unidos por el saxofón. Mi ópera del Teatro Real, El viaje a Simorgh, la finalizaba él con un saxo bajo, en un alarido brutal mientras se cerraba la figura de la muerte con el escenario oscureciéndose. Sigma Project es uno de los cuartetos de saxo más potentes del mundo y con ellos empecé a trabajar conjuntamente en 2013 con una pieza, Khôra I, y siguió creciendo porque cada pieza articula una forma espacial distinta; son dramaturgias en donde en la partitura no sólo está integrado el sonido, sino también la espacialidad, las distancias, los relieves, los contrastes, la direccionalidad del sonido, etc., y eso me llevó a ir desarrollando un proyecto cada vez más largo. El año pasado lo grabamos para WERGO, y saldrá en unos meses. Ahora, por primera vez, se ha hecho el ciclo completo en Badajoz. Todos queríamos que se hiciera en Badajoz porque allí se han estrenado dos de las piezas, Khôra I y Khôra II. El resto de piezas, que son nueve en total, se han estrenado en muchos sitios distintos de España y de Europa, pero el ciclo completo, escénicamente también, con los cambios de posiciones, etc., se acaba de hacer en Badajoz.

Has desempeñado una importante labor en el campo de la docencia y actualmente eres Catedrático de Composición en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. ¿Crees que se puede enseñar a componer?
Es la gran pregunta. Creo que es muy difícil porque depende de qué persona se trate; es como enseñar a ser poeta. Tiene que ver mucho con el talento, con la intuición, con las ganas de hacerlo, con el trabajo, etc. Hay además muchos aspectos psicológicos, sociales, y todos ellos confluyen. Pero enfrentarte a esto significa pensar que la música es una forma de conocimiento y que vas a interactuar con jóvenes compositores, o no tan jóvenes, ya que con mucha frecuencia he tenido alumnos de mi edad: cuando empecé a dar clase, mis alumnos eran casi todos mayores que yo. El tema es cómo puedes crear inquietudes, preguntas, y hacer que la música sea un lugar de reflexión y de planteamiento de cuestiones en torno a un hecho artístico. En mi caso lo musical es lo más cercano a mi trabajo y por eso muchas veces he estado vinculado a la enseñanza de la composición. He sido profesor en Dresde, en Hannover, en Düsseldorf llevo ya más de veinte años, y en Zaragoza estuve diez años. Este último fue uno de los proyectos más bonitos en España que he tenido. Y ahora se trata de crear algo potente en Madrid, cambiando muchas de las cosas que había y reivindicando Madrid, además, como lo que es, una capital europea. Muchos de mis alumnos en Zaragoza venían precisamente de Madrid. El potencial que tiene Madrid no lo tiene Zaragoza ni muchas otras ciudades. Así que acabo de reintegrarme con ganas a esta ciudad e intentaré con mis nuevos compañeros del Departamento de Composición y Tecnología Musical desarrollar un gran nuevo proyecto. De hecho ya hemos arrancado con innumerables proyectos y diseños de estudios, estrenos y grabaciones para el próximo curso, además de cerrar hace unos días unas I Jornadas de Música Actual que han sido un gran éxito. Estos son los cambios que se acaban de dar en mi vida, y que van viniendo cada cierto tiempo, si no me aburro (risas).
Además de compositor, eres director de orquesta, ¿encuentras diferencias entre la música contemporánea en España y en el resto de Europa a nivel de organización, público, etc.?
No puedo hablar de todos los países pero como llevo tantos años en Centroeuropa puedo decirte que allí hay una densidad enorme de proyectos y experiencias. Muchos de mis alumnos viven de hacer música por encargo, y muchos jóvenes intérpretes se dedican sólo a tocar música contemporánea porque en cada ciudad hay muchos ensembles, festivales, proyectos, etc. Al haber tal densidad de actividades y proyectos en torno a la música de nueva creación hace que no quede como algo anecdótico. En España es más anecdótico en este aspecto porque la densidad es pequeña y no hay tantas cosas. Pero hay que cambiarlo y dinamitarlo porque la potencialidad es tan grande como la de muchas ciudades europeas. Por ejemplo, festivales de música actual internacionales en España solo hay, creo, dos. El de Alicante lo hicieron desaparecer tras unos 25 años, y era el más representativo. Todavía me preguntan por él en el extranjero… Lo ideal sería que España tuviera una mayor densidad cultural en torno a la música, como sí la tiene en otras esferas artísticas donde es una potencia mundial.
Háblanos de tus próximos proyectos.
Muchas cosas, no me aburro, y con frecuencia es un calendario exigente para su desarrollo, trabajo y preparación. Pero muy enriquecedor por las experiencias y proyectos que puedo hacer con grandes agrupaciones, festivales, solistas, etc. Lo más próximo es una obra enorme para la Orquesta y Coro Nacionales de España (para un coro muy grande de voces graves de hombres, un coro pequeño de mujeres, órgano, gran orquesta y una cantante de teatro noh japonesa). Es la puesta en música del Poema de Parménides, un texto fundamental de nuestra cultura y de todo el Mediterráneo. Es un viaje iniciático, casi chamánico, con un personaje que va camino de algún sitio y en ese viaje se encuentra con las puertas del día y la noche, y después de pasar esas puertas se encuentra con la Diosa que le va a ofrecer el camino para llegar a la verdad… Es un texto muy misterioso que hace convivir la magia con lo iniciático y con el Logos. Otra obra apenas terminada es un encargo para orquesta que se va a estrenar en la nueva y fantástica Elbphilharmonie de Hamburgo, con Chistoph Eschenbach como director. En breve estaré como compositor en residencia en un gran festival de México, y tengo prevista la revisión de una de mis últimas óperas de cámara para presentarse de nuevo, o un concierto para violonchelo y orquesta para Italia, o un concierto para guitarra y orquesta, etc…
Texto © Jorge Castro
Fotografía © Sara RC