La cara que puso

Se jamaquea, cae dentro de sí, se sacude en un polvo…

Las órbitas desencajadas, restos de lo engullido, las sobras del festín en mascarilla,  el rubor salpicando en gotas cada gesto facial, el parpadeo como un aleteo de paloma desnucada, como mariposa frita atraída por la incandescencia de los cirios en el altar, la mirada extraviada, atenta intentando aprehender, asimilar los procesos bioquímicos del trance parasimpático.

Eran las 9:00 de la noche la brisa del verano acariciaba el rostro de Melisa, a pasos de la orilla, las farolas del Viejo San Juan.


© José G. Santos Vega

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