La estafa a Al Capone

Después de todas las andanzas contadas en los tres capítulos anteriores, Lustig decidió quedarse en Chicago. Fue allí donde se vio sorprendido por el Crack de 1929 y la Gran Depresión posterior. Los malos tiempos no eran propicios para sus actividades, así que planeó una operación muy arriesgada, quizá la más audaz de su carrera pues en esta ocasión no se jugaba solo que lo arrestasen, estaba en juego su propia vida. Pensó, nada más y nada menos, que estafar al propio Al Capone.

Lustig le pidió al famoso gánster que invirtiera cincuenta mil dólares para realizar una estafa que tenía, supuestamente, preparada y por la que se obtendrían grandes beneficios. Al Capone, tras superar las primeras reticencias, decidió entregarle el dinero con las advertencias que ya se imaginará el lector.

Lustig, sabiendo lo que se jugaba, conociendo cómo era su socio, guardó el dinero en una caja de seguridad de un banco durante dos meses, sin tomar ningún riesgo innecesario. Pasado ese tiempo, se presentó ante él y le explicó que el plan no había salido bien y que se había quedado arruinado, por lo que le impediría colaborar con él en un futuro, aunque para su tranquilidad, el dinero que le había prestado se lo devolvía. Al Capone quedó impresionado ante la actitud de Lustig que prefería quedarse arruinado antes que no cumplir con su trato. Así que le regaló cinco mil dólares, tal y como Lustig había previsto.

Después de eso, siguió con sus estafas habituales. Regresó a París haciéndose pasar por un banquero estadounidense, pero fue descubierto y, como consecuencia de ello, lo arrestaron. Sin embargo, logró huir. Se dirigió de nuevo a América, acabando en Nebraska, donde se asoció con el farmacéutico William Watts y el químico Tom Shaw. Entre los tres comenzaron la fabricación de unas planchas de impresión de billetes con objeto de falsificar dinero a gran escala. Sus dos socios estaban encargados de la producción, mientras que Lustig se hacía cargo de la distribución. El negocio fue duradero, pues estuvo activo durante cinco años, llegando a falsificar cientos de miles de dólares.

Pero algo inesperado dio al traste con el boyante negocio. Billie Mae Scheble, la novia de Lustig se enteró de que él había iniciado una relación paralela con la joven amante de Shaw y se vengó realizando una llamada anónima al FBI, en la que lo delató. En mayo de 1935, como consecuencia de esa información, los agentes detuvieron a Lustig. El estafador declaró que, aunque conocía a las otras dos personas, no sabía a qué se dedicaban. Pero cuando lo registraron, los agentes hallaron una llave que llevaba en su cartera y que resultó ser de un casillero de la estación de metro de Times Square. Cuando registraron dicha caja, los agentes encontraron dentro cincuenta y un mil dólares en billetes falsos junto con las placas con que se habían imprimido. Una prueba definitiva.

Las expectativas para Lustig eran malas; sin embargo, él era un hombre de recursos casi ilimitados. Se encontraba detenido a la espera de juicio en la Federal House of Detention, la cárcel de la ciudad que estaba en Manhattan y que se conectaba con el edificio de los juzgados mediante una pasarela; era popularmente conocida con el nombre de The Tombs porque se decía que su diseño estaba basado en una tumba egipcia. Pues bien, Lustig fingió una enfermedad, lo que obligó a los guardias a sacarle de la celda en una camilla. En un momento de relajación de sus guardianes, tomó las sábanas que le resguardaban y, atando unas con las otras, formó una especie de cuerda por la que se descolgó por una ventana. Faltaba un día para su juicio y Lustig voló como un pájaro. Eso sí, dejó una nota con un pasaje de Los miserables en la que venía a identificarse con Jean Valjean. Todo un detalle.

Su libertad, para su desgracia, duró solo veintisiete días, pues le volvieron a capturar en Pittsburgh en una espectacular operación. Como todo estaba en su contra y las pruebas eran abrumadoras, con el objeto de reducir su condena, se declaró culpable. Lo condenaron a quince años, a cumplir en la temible prisión de Alcatraz, la misma en la que estaba recluido Al Capone. Éste se hallaba ya muy debilitado por la sífilis que padecía y fue liberado en 1939, retirándose a Florida y falleciendo de neumonía en enero de 1947. Curiosamente, sólo dos meses después y por la misma causa moría también el hombre que había osado estafarle sin que se diera cuenta. Sin que llegase nunca a darse cuenta.

© Encima de la niebla

encimadelaniebla

Revista cultural

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies