La fiesta de la vendimia
Los conquistadores españoles que introdujeron la vitivinicultura, para producir vino de misa, y los enólogos peruanos que vinieron a enseñarnos, jamás imaginaron el éxito que tendría esa actividad en nuestro país.
En el siglo XVI, algunos dueños de fundos importaron variedades europeas de viñedos que se adaptaron al clima chileno. Así comenzó la producción y exportación de vinos de calidad: Cabernet Sauvignon, Merlot y Chardonnay.
Hoy, las empresas vinícolas del valle central, desde el río Aconcagua al Ñuble, son reconocidas por su productividad y alta calidad.
La fiesta de la vendimia se realiza en esa parte del país para celebrar la cosecha de la uva y a los trabajadores que la cultivan con esmero, delicadeza y amor. El festejo coincide con la última semana marzo que, de jueves a domingo se llena de actividades como la elección de la Reina de la Vendimia, presentaciones artístico folklóricas y la competencia de pisar la uva donde los trabajadores de cada viñedo compiten por ganarse el premio de los pisadores más enérgicos, rápidos y de mayor producción, que consiste en igualar — con el mosto en litros—el peso corporal de la Reina.
A esta fiesta asisten las familias completas, los amigos y los turistas. Todos ellos pueden participar en programas del proceso de vinificación, desde la cosecha de la uva con tijeras y guantes, llenar canastos, vaciarlos en una cuba de madera y pisarla con los pies desnudos, saltando con fuerza para exprimirla y extraer el jugo que se convertirá en vino.
En la plaza del pueblo se instalan puestos que ofrecen la gastronomía típica, artesanías y las producciones vineras. Los asistentes locales y turistas pueden comer, catar y comprar productos de la zona y, obviamente, las distintas variedades de vinos.
Fui a varias fiestas de la vendimia. Son recuerdos imborrables que pinté al óleo en la obra “Ser chileno: pisar la uva, catar el mosto y bailar la cueca”.

En ella se muestra el espacio social donde se realizan distintas actividades tradicionales de la historia vitivinícola chilena. En medio de la música y bailes folclóricos se muestran las bodegas, un grafiti alusivo, la cata y venta de los vinos y la pisada de las uvas en lagar para extraer el mosto que fluye en los recipientes de vidrio para su posterior elaboración.
La experiencia dionisíaca estimula los cinco sentidos: la visión del entorno festivo y musical, las expresiones de gusto por el sabor y aroma del jugo de uva o de los vinos embotellados y la sensación corpórea del agradable clima templado de fines de marzo.

Los parrones
En la mayoría de las casas chilenas se planta una parra trepadora. Para guiar su sarmiento retorcido se construye un parrón o armazón de madera. La estructura ayuda el crecimiento de sus ramas con hojas palmeadas y protege los colgantes racimos de uva. En la maduración del racimo, el verde de las hojas se tiñe de amarillos dorados, esferitas rosadas y óvulos azules.
El parrón en una casa, aparte de disponer de uvas y hojas de parra para el consumo familiar, también genera una agradable sombra en verano y se convierte en lugar de almuerzos familiares, juegos y tertulias. En países como Ecuador, donde, debido al clima, no existe el cultivo de las vides, les parece increíble que los chilenos tengamos un parrón en el patio, que alcancemos los racimos maduros y los cortemos con una tijera, o simplemente, saquemos unos granitos para comer. Eso se llama “ pellizcar la uva”, expresión que suele usarse como sinónimo de “coquetearle a una dama que no es la propia”. (¡Oiga, no me pellizque la uva!).
Uvas doradas por el sol es un postre de sabor dulce y aromático que sacia y refresca a la vez.
El vino es el principal producto. Tintos, blancos y rosados en sus versiones dulces o secos. En mi casa nunca falta el vino, blanco para acompañar pescados y mariscos, tinto para las carnes, y los refrescantes rosados para las pastas, ensaladas frescas y sangrías.
También las chichas, champagne y los destilados como el pisco, aguardiente, coñac, armañac y el orujo.
¡Qué mejor aperitivo que nuestro afrodisíaco pisco sour! Para muestra, este botón: lo preparo con limón de Pica o sutil, que le da un toque ácido especial; lo bato con clara de huevo, azúcar y lo sirvo bien helado. Nadie se resiste a su color, sabor, aroma y virtudes.
La fruta también entrega productos derivados como las pasas o frutas secas, dulces y arrugadas, utilizadas en repostería y comidas típicas como empanadas o pastel de choclo.
Incluso se utiliza la piel de la uva para infusiones, tés aromáticos, y con la rama que sostiene los granos, se elaboran envases biodegradables para repostería y maceteros.
Con las semillas de la uva se obtiene el aceite que utilizo para condimentar mis comidas y productos de belleza como gel, cremas y champús.
La tradición de las doce uvas en Año Nuevo.
Consiste en comenzar a comerse doce granos de uvas en cada una de las campanadas hasta las doce de la noche del 31 de diciembre, para que el Año Nuevo traiga buena suerte y prosperidad. Esta creencia y tradición se une a otras para augurar un año con esperanza y optimismo.
En todas las casas realizamos muchos rituales, como dar vuelta a la manzana con una maleta —para viajar en el año— colocar un anillo de oro en la copa de champaña del primer brindis para que no falte la plata, usar una vestimenta que incluyera algo azul, algo nuevo, algo viejo y algo prestado. Y por supuesto, usar los infaltables calzoncitos amarillos.
Texto e imágenes © Cecilia Byrne