La guerra vida diaria
Las imágenes son aterradoras, después de la batalla empezaba el recuento de muertos. El alto al fuego había sido un paso para la esperanza, sin bombardeos ni explosiones, ni tiroteos. Todo resultaba desolador.
Comenzó el día veinticinco diferente al anterior, ya no se escuchaba el intercambio de fuego, ni el estallido de granadas. Los niños habían convivido con: fuego, muertes, lamentos y muchísima hambre. Los gemidos de los niños en las calles en ruinas era un constante desaliento, se habían acostumbrado a convivir ante los armamentos y los soldados. Soldados que no se daban por vencidos y exhaustos pisaban los escombros y caminaban para enfrentarse al enemigo. A veces tirados por los suelos bebían en los charcos o mastica aún barro.
La gente iba saliendo de sus escondites en estado de shock, una plaga de muertos convivía con los seres vivos. Las epidemias estaban empezando aparecer por todos los lugares. Las niñas vieron como un día su colegio ardía en llamas al ser atacado por un misil. Su madre fue volada junto a más mujeres en esa gran batalla. Ellas fueron víctimas de abusos por parte del ejército. Hoy a su corta edad son la sonrisa internacional que las Naciones buscan en la lucha contra el oponente. Sus corazones tienen la esperanza de un mundo mejor. Sus casas habían sido bombardeadas varias veces y a la vez fueron saqueada. Su refugio fueron las calles devastadas flanqueada por edificios totalmente destruidos, tierras arrasadas. Ellas habían estado viviendo en plena línea de combate, ahora era un devenir de ambulancias, sirenas, alarmas.
Un ruido ensordecedor hacía sentir a ese hastío de ciudad. Evacuando a heridos, familias enteras fueron sacadas entre los escombros, otras caminaban como zombis muertos en vida sin rumbo fijo. Al lado de esas dos pequeñas criaturas caminaba un tío suyo, el único parentesco que les quedaba. Incrédulas ante tanta desolación en su caminar vieron una vieja bañera, como pudieron la llenaron de agua y allí estaban ellas con su amargura de todo lo vivido en ese largo año de terror, pero disfrutando del juego en ese inmenso Oasis particular de sus vidas.
Ellas eran ahora la sonrisa internacional para la cámara avispada del ojo que todo lo ve.
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