La llegada a la tierra celestial

Respiro la senda de los cuatro maestros tras la emoción colgada del tiempo, los juncos hacen guardia en las cunetas, las flores me sangran un camino de fresa, los pinos cosen en el aire, con sus agujas verdes, plumas para las garzas que vienen a verme.

Las voces de los maestros me ponen alas, ¡qué hermosas son desde arriba las águilas!, bajo de nuevo por la ladera de la brisa mientras se deshojan mis manos de prisas, mis pies siembran la tierra del camino, huellas para siempre florecen destinos.

El lejano Oriente se acerca a mi corazón, ¡Levante, Levante de yeso y tiza! Ante mis ojos, casi, casi, Japón. Una geisha me mira, me muero yo.

¡Maestros, maestros!
Está naciendo el sol.
El Fuji se ríe, ríe. De nieve su polisón.
Me aflojo mis sandalias, me aprieto mi corazón.


© Felipe Espílez Murciano

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