La mariposa de ciencia que siempre debería haber sido
El arte y la naturaleza siempre estarán luchando hasta que finalmente se conquisten uno al otro para que la victoria sea el mismo trazo y línea
Marzo en mis artículos es sinónimo de mujer y como es un espacio para la ciencia -al menos lo intento-, evidentemente suele aparecer una científica. Me atraen las figuras desconocidas, simple cuestión de curiosidad. Investigar sobre Marie Curie o Dian Fossey, por poner dos ejemplos de mujeres renombradas y prestigiosas, es apasionante, pero desde mi discreta tribuna y con mis limitados medios seguramente que poco nuevo puedo aportar sobre sus figuras; de todas formas, no descarto que un mes de estos me lance con alguna de ellas u otra de talla y popularidad similares. Un auto reto, mi cerebro se empeña continuamente en provocarme con este tipo de cosas de un tiempo a esta parte. Pero no, este mes no toca.
Hoy quiero hablar de Maria Sibylla Merian, una singular alemana que realizó importantes aportes a la ciencia y que aún hoy sigue siendo una gran desconocida para el público. Nació en Frankfurt el 2 de abril de 1647 -ay, otra vez atraída por la ciencia del siglo XVII, empiezo a sospechar que quizás en alguna reencarnación tuve que vivir en él; no es que pretenda volver a esos tiempos, sabéis de sobras que en la próxima me toca calzar con elegancia unos stilettos sin partirme la crisma ni los tobillos y mi cuerpo será capaz de danzar graciosamente con cualquier ritmo musical. Vale, me centro de nuevo en mi personaje, a lo que vamos.
Repito, nace en 1647, y antes de continuar me gustaría hacer una apunte sobre esa época. Me parece que es muy importante echar un vistazo al contexto histórico en el que desarrolló su vida y su trabajo, porque así su figura se engrandece aún más.
1647, treinta años después de morir William Shakespeare, sólo catorce desde que Galileo Galilei fuese llevado a juicio por afirmar que la Tierra no era el centro del universo y que realmente giraba alrededor del sol. Cien años desde que Martín Lutero clavara sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, dando paso al luteranismo. No hay mucho que revelar sobre el rol de la mujer en esa época, siempre bajo el control de padres y maridos, encargadas de parir hijos y gobernar la casa, con una muy limitada capacidad de maniobra, incluso para el ocio aquellas que económicamente podían permitírselo. Incluso siempre pintó con acuarelas y gouache porque existía una normativa que prohibía que las mujeres pintaran con óleo. Sí, ese era el tiempo en el que Sibyla nació y vivió.
Y lo hace en una familia fuertemente arraigada en el arte del grabado. Su padre (del que se queda huérfana a los tres años) era un grabador con fama, Matthäus Merian el Viejo (a su vez discípulo de Jan o Johann Theodor de Bry) y su hermano (Matthäus Merian el Joven) también. Su madre vuelve a casarse, esta vez con un pintor famoso por sus cuadros de flores, quien la enseña a dibujar, pintar y grabar esas mariposas que ella misma cazaba, entretenimientos muy poco usuales para una niña en esa época.

En Frankfurt había un gran comercio de seda, por lo que era muy fácil conseguir gusanos de seda. Ella misma los criaba en hojas de lechuga (no había muchas moreras), fabricaba pequeños conos de papel para que tejieran allí sus capullos, anotando las condiciones que les eran favorables y cuales dañinas (cuartos fríos o cálidos, influencia de las tormentas, hojas secas o húmedas…), observándolas en su entorno, fijándose en las plantas donde se posaban. Así estudió y detalló la metamorfosis de las mariposas, en tiempos en que otros naturalistas estudiaban a los insectos teniéndolos pinchados con alfileres mientras los dibujaban. Con ello echó por tierra la creencia de la generación espontánea de los insectos, demostrando que era totalmente falsa. Una hipótesis que venía desde Aristóteles, quien pensaba que los gusanos, insectos e incluso ratones podían salir del barro y el estiércol, y que mediante una fuerza sobrenatural (entelequia) se generaba vida en aquello que no tenía. Y este convencimiento se prolongó durante siglos siendo sostenido por personajes de la talla científica de René Descartes, Francis Bacon, Jean Baptiste Helmont o Isaac Newton, mientras la Iglesia consideraba a esas criaturas como engendros del infierno.
Sibylla, con sus observaciones escritas y posteriormente pintadas, fue de las primeras en señalar la existencia de cuatro etapas del cambio de forma de las mariposas y polillas conocido como metamorfosis: huevo, larva (oruga), pupa (crisálida) y adulto, ilustrando delicadamente todos los diferentes estadios, así como las plantas de las que se alimentaba las orugas y sobre las que tejían sus capullos. Todo ello minuciosamente anotado en su libreta de bocetos.
A los dieciocho años (1665) se casa con Johann Andreas Graff, alumno de su padrastro y pintor especializado en arquitectura. Con él tiene a sus dos hijas, Johanna Helena (1667) y Dorotea (1678). Después del nacimiento de su primera hija, la familia se traslada a Nuremberg. Entre 1675 y 1677 publica los tres volúmenes de El Nuevo Libro de Flores, a partir de los dibujos de su cuaderno de bocetos e ilustrando las flores de manera muy original, detallada y de gran calidad pictórica. Este libro tuvo un destacado éxito pues era común en esa época pintar flores e insectos para decorar porcelana, telas y otros objetos.
En 1679 publica La oruga y su maravillosa transformación, y extraña alimentación con flores, donde presenta los distintos estadios de desarrollo de las diversas especies de mariposas sobre las plantas de las que se alimentan, esos de los que antes he hablado, fruto de sus observaciones e interés hacia la naturaleza que la rodea. Debería de haber llamado ya la atención de los científicos, pero fue publicado en alemán y en esos años el idioma internacional de la ciencia era el latín.
Se divorcia en 1685 de su marido (no se saben los motivos y la verdad es que para nuestro artículo creo que interesan muy poco) y se incorpora a una comuna labadista (movimiento religioso dentro del protestantismo) de los Países Bajos, en el castillo de Walta; algunas fuentes la sitúan en otras localidades neerlandesas, otras mencionan la influencia de su cuñado (marido de su hermana) en esa partida. Lo realmente importante es que Maria Sibylla se traslada a vivir con un grupo de personas donde la mujer goza de más libertad, existiendo una mayor igualdad entre sexos, en el que puede dedicar más tiempo al estudio y a su arte, donde existe un reparto comunitario de bienes y los hijos se crían entre todos los miembros. Precisamente en ese castillo toma contacto por primera vez con la flora de Surinam (la antigua Guayana holandesa), en el este de la costa norte de la actual Venezuela, pues el dueño del castillo era gobernador en aquellas lejanas tierras.

Abandona la comuna unos pocos años más tarde, alrededor de 1690. En este punto vuelven a surgir las controversias sobre el porqué de esta iniciativa, desde la muerte del cuñado o la de su madre pasando por una epidemia de peste que diezmó la comuna. En definitiva, que se instala en Ámsterdam con sus dos hijas y ya tiene muy claro cuál será su futuro: viajar a Surinam, para estudiar en vivo la flora y fauna del lejano país. Para ello, monta un taller de pintura, da clases de dibujo, pinta para los adinerados clientes que tanto apreciaban sus delicadas y hermosas obras, elabora ungüentos y pigmentos, incluso llega a vender su patrimonio. Frecuenta a personas ilustres de la ciudad, relacionadas con el comercio de las Indias orientales y que le permiten acceder a sus colecciones de plantas y animales exóticos, hasta llega a tomar clases de anatomía. En 1699 ya está lista para la gran pasión y aventura de su vida.
Quisiera puntualizar un poco sobre algunos detalles para poder apreciar en su conjunto esta asombrosa decisión. Finalizando el siglo XVII, una mujer de 52 años determina viajar sola con su hija adolescente a una tierra desconocida, a casi 8000 km de su hogar, una colonia holandesa establecida desde hacía apenas unos 30 años (1664/1674), sin ningún hombre que las acompañara y protegiera. Desechando todos los prejuicios sexistas sobre los peligros sexuales y de salud para las mujeres en aquellas tierras. Aún faltaba un siglo para que Humboldt embarcara (en 1799, con 30 años) y más de un siglo para que Charles Darwin cruzara el Atlántico (en 1831, con 22 años) y buena fama que adquirieron dichos viajes. Nadie puede dudar que Sibylla tenía un carácter y una personalidad maravillosamente poderosos. Tres meses duró el viaje, estableciendo su residencia en la costa (Paramaribo) pero continuamente desplazándose al interior, investigando por las selvas, en busca de orugas, insectos y animales a los que observar y pintar, estudiando sus hábitos y costumbres, enfundada en los voluminosos y calurosos vestidos europeos, con enaguas y corsé. En sus escritos de aquella época se queja del nulo interés de los colonos, así como de su falta de voluntad en ayudarla; por eso busca la colaboración de los esclavos africanos y de los indígenas que trabajaban en las plantaciones. No era abolicionista, pero se lamentaba del inhumano trato que recibían por parte de los colonos; las indígenas llegaron a enseñarle las semillas y hojas con las que abortaban para no tener que parir más hijos que fuesen esclavizados.

Dos años duró su estancia en aquellas tierras (debían haber sido cinco al menos) pues enfermó de malaria y no tuvo más remedio que regresar a Ámsterdam. Eso sí, cargada de láminas, dibujos, bocetos y ejemplares de aquellas tierras. Una vez recuperada de la enfermedad continuó dando cursos de dibujo y vendiendo utensilios de pintura y preparaciones a base de plantas y animales de todo tipo de especies. Así mismo, trabajó asiduamente para la colección de álbumes de láminas de naturaleza encargados por Agnes Block (coleccionista de arte y horticultura, famosa en su época). De esta manera pudo mantenerse y llegar a publicar en 1705 (junto a la financiación de varios conciudadanos y una beca del ayuntamiento de Ámsterdam) su obra más importante, esa en la que trabajó -junto a su hija- duramente durante tres años y que recogía todos los apuntes y láminas de su viaje: La metamorfosis de los insectos de Surinam. Una exquisita maravilla, pero con un excesivo precio que hizo muy difícil su venta, por lo que pasó muchas dificultades económicas hasta el final de su vida. Actualmente quedan unas cuantas decenas de ejemplares (la cantidad vuelve a diferir según las fuentes consultadas), destacando los dos comprados personalmente por el zar Pedro I el Grande en 1716, y que actualmente podrían estar en el Museo del Hermitage o quizás en la Academia de las Ciencias, ambos en San Petersburgo.
En 1711 sufre una apoplejía, pero, en silla de ruedas, continúa trabajando hasta el día de su muerte, ocurrida el 13 de enero de 1717.
Su trabajo tuvo gran éxito y recibió múltiples elogios por parte de sus colegas expertos en Historia Natural hasta casi los inicios del siglo XIX; entre 1675 y 1771 sus libros aparecieron en un total de diecinueve ediciones. Linneo quedó impresionado por la minuciosidad de su trabajo y gracias a sus ilustraciones dio nombre a más de 4400 especies en la primera clasificación sistemática de especies (Systema Naturae de Linnaeus). Goethe resaltó su capacidad para desenvolverse entre el arte y la ciencia, y el abuelo de Charles Darwin (Erasmus Darwin) la citó en su obra. Incluso Friedrich Händel compuso en su honor el Concerto Grosso Op. 3, nº 2.
Pero pasados unos años su trabajo fue cayendo en el olvido por diferentes razones. Uno de sus grandes talentos fue también uno de sus mayores puntos débiles, sus pinturas eran tan deslumbrantes que eclipsaron a la ciencia. A medida que sus libros fueron reimpresos, el texto científico que acompañaba cada imagen era reeditado, incluso eliminado. Llegó un momento en que hicieron ajustes a sus ilustraciones y se perdió la precisión de sus observaciones, incorporándose insectos imaginarios dejando de lado sus apuntes científicos. Hasta ciertos “naturalistas” posteriores tuvieron la osadía de ridiculizar sus estudios, bien tachándolos de infantiles (por usar dibujos para ilustrar la ciencia), de inexacta y fantasiosa (por descubrir una araña que se alimentaba de pequeños pájaros, la migale) o por apoyarse en los conocimientos de los indígenas ya que sus opiniones eran innatamente poco fiables (Lansdown Guilding se llamaba esta última criaturita).
Y dicho olvido continuó presente hasta que a finales del siglo XX algunos divulgadores naturalistas, destacando David Attemborough, la rescataron para el reconocimiento público. Hoy día no es que sea una figura intensamente conocida y popular, pero al menos se le reconocen sus méritos científicos y artísticos. Yo quisiera destacar todos esos puntos por lo que se la debe considerar una extraordinaria y avanzada mujer además de una pionera naturalista y científica:
- Merece el título de la primera ecologista (y sin saberlo ella misma) y de las primeras entomólogas
- La primera viajera independiente y su viaje, el primero científico de la historia
- Planificar con una ayuda pública es un concepto totalmente revolucionario para el siglo XVII
- También fue pionera en la divulgación científica al publicar en su lengua vernácula
- Descubrió, estudió y demostró la metamorfosis de las mariposas y otros insectos
- Su clasificación de las mariposas en de día y de noche (que llamaba mariposas-capillas y mariposas-lechuzas) es válida todavía hoy; sus registros siguen siendo los más completos que hay de algunas de las especies de Surinam
- Describió los ciclos vitales de ciento ochenta y seis especies de insectos
- Sus láminas son cotizadísimas piezas de coleccionismo
- Alemania le dedicó uno de los últimos billetes de 500 marcos y un sello de 0.40 marcos de 1987 de la serie Mujeres en la historia alemana; también varias escuelas llevan su nombre
- Se le ha concedido el máximo honor al que un naturalista aspira y variadas especies llevan su nombre (por ejemplo, Catasticta sibyllae, Salvator merianae, Avicularia merianae…)
- En enero de 2005 la ciudad de Warnemünde botó un barco con su nombre perteneciente al Instituto de Investigación en el mar Báltico

Espero que Maria Sibylla Merian os haya fascinado tanto como me pasó a mí cuando me tropecé con su figura. Hasta aquí llega mi artículo en esta ocasión. Os veo el mes que viene, a ver cual será el siguiente tema que me atrape. No faltéis, os necesito.
Fuentes y Referencias – ABC, Acalanda, BBC, BBVA-Open Mind, Ciencia y Hombre, Descubrir el Arte, EcuRed, El Barroquista, El Diario Feminista, El Español, Hidden Nature, Kit Kemp’s, La Voz de Galicia, Los Reinos de las Indias, Mujeres en la Historia, Muy Historia, Muy Interesante, Naturaliza, Posterlounger, Principia, Traveler, Universidad Pablo de Olavide, Wikiart, Wikimedia Commons, Wikipedia