La mitad de la vida
A veces pensaba que la quería y la detestaba, a partes, normalmente, desiguales. En esa dicotomía existencial que tiene la mirada, cuando no está el alma prevenida. Y vino a recapacitar sobre cuál de las dos tenía más peso en la balanza del corazón. Pero no pudo hallar la solución pues la sangre que corre los pasillos de la pasión es, a veces levantisca como la primavera cuando se hace flor de improviso y, otras veces, abrasadora como el aburrimiento del otoño cuando se esconde detrás de una hoja moribunda. Y no pudiendo dar solución a su interrogante de venas camufladas, vino a determinar que partiría su mirada en dos, quedándose con la que más beneficiaba a sus ansias. Y así lo hizo, aunque eso no se pueda hacer, porque invocó a la esencia de la fantasía. Y dese entonces, ve a su amor, a veces como luna menguante y otras, como luna creciente. Pero no le sirvió de nada porque nadie le enseñó a dar medio beso y desde entonces medio suspira en su media vida, mientras una sencilla margarita le avisa: “No podrás ser feliz si no aceptas su corazón entero, pues no le es dado al hombre dividir los sueños”

© Felipe Espílez Murciano
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