La montaña le hechizó

Siempre recordará aquella aventura tan excitante que tuvo el año del COVID, antes de que nos confinaran. Desde aquel valle se podía distinguir aquellas montañas tan majestuosas que día tras día parecían estar observándolos. Cuando llegaron de vacaciones a aquella finca, lo que más le apasionó fue ver la caída de la tarde, los atardeceres tan llenos de colores y las puestas del sol entre las montañas y, por la noche, como aparecía la luna con todo su esplendor con una estela de estrellas, que se posaban en el firmamento. Por las mañanas el sol hacia figuras sobre esa piel robusta y aterciopelada de la montaña y la  familia contemplaba caras que parecían querer hablar, animales que parecían dormidos en la nostalgia.

Un buen día  acordaron subir a lo más alto que pudiesen y vieron los colores de la llanura con toda su intensidad, todo tenía vida y estaba reverdecido, y a esa familia los hizo soñar e imaginar con aquel fantástico bosque, tan lleno de  piñas que cubrían las laderas. El terreno resultó ser de piedra, a veces con montículos de palos atravesados, que hacía más dificultoso su escalada. Nunca les faltó esas ansias de querer llegar a lo más alto, ya que  les resultaba interesante y arriesgado. Cuando la subida estaba a mitad de camino, un nuevo obstáculo se interpuso entre ellos, una verja cerrada con una cadena no los dejaba avanzar a aquellos tres mosqueteros. Contemplaron en todas las direcciones si había algún cartel que  prohibiera su entrada y después de asegurarse de que no lo había, cruzaron por un lateral. La energía fue vital para seguir subiendo por esa llanura que se inclinaba cada vez más, sin  hallar aparentemente el final de la cima. Las gotas de sudor caían incansables, por la frente y resbalando por la cara, y cayendo por todo el cuerpo. Hubo algún que otro tropezón por esa bofetada de calor que cada vez iba siendo más fuerte. El cuerpo se pegaba a ese sudor que empapaba la ropa, por segundos ella se creyó Indiana Jones, buscando el templo maldito o Indiana Jones, en busca del Arca perdida.

montañas

Aquí los únicos perdidos eran esos tres mosqueteros, que habían iniciado la marcha al comienzo de la mañana, por ese camino pedregoso hacia lo más alto de la montaña. Cada uno llevaba su lastre y se desplazaba por aquellos caminos, por motivos personales a su realidad del momento. Allí en lo más alto soltaron los problemas de toda índole, para poder llevar la mochila vacía y seguir avanzando. Todas esas emociones que habían sido acumuladas en todo el año, sentimientos nocivos que  quedaron almacenados en la memoria, provocando a veces una serie de recuerdos desagradables, miedos y conflictos, se vaciaron. Al fin lograron visualizar la cima de esa impresionante montaña y gozaron de ese reconocimiento al esfuerzo realizado, las fotografías tomadas quedarían grabadas en las retinas de los tres montañeros. Desde la cima vieron esas imágenes que les habían estado hablando, ahora ellos se encontraban a sus pies y  acariciaban ese momento de poder contemplarlas.


 © Texto e imagen: Mpiliescritora
Imagen portada de Dan Fador en Pixabay

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