La otra Gloria Fuertes

Si leer es robarle vida a la muerte, releer la obra literaria de nuestros autores supone en cuantiosas ocasiones sustraerles de su posición canónica, esto es, despojarles de sus etiquetas más de una vez descaminadas para otorgarles otras que sí merecen, tanto ellos como sus lectores. A este respecto, el caso de Gloria Fuertes (Madrid, 1917–1998) llama notablemente la atención.

Pese a haber abordado una amplia variedad de temáticas y formas en su carrera, es mayormente reconocida en España por su contribución a la literatura infantil y juvenil, lo que ha resultado en la subestimación de una significativa parte de su producción. Fuertes destacó como una de las poetas más prominentes en la literatura española durante la segunda mitad del siglo XX, y en sus trabajos hallamos indiscutibles joyas líricas.

La otra Gloria Fuertes, la más desatendida y relegada, posee una brillante trayectoria literaria afianzada a lo largo de casi cinco decenios, contando en su haber con reseñables colecciones poéticas para adultos. Buena parte se enmarca en la corriente social, publicando en la década de los cincuenta cuatro poemarios que deben ser vindicados y puestos en valor.

Entre ellos, Antología y poemas del suburbio, de 1954, resulta uno de los más notorios y laudables: la reivindicativa poética de Fuertes nos conduce a la exposición de las memorias culturales reprimidas de una nación que aún se encontraba traumatizada tras la Guerra Civil. Así, haciendo gala de una de las propiedades clave de su pluma, la autora construye un relato poético enfocado en los marginados sociales.

Para llevarlo a cabo se vale del espacio del extrarradio urbano, por lo que el libro presenta un evidente cariz autobiográfico. Esta visión más íntima se pone de manifiesto en el que es uno de sus más celebres poemas, «Nota biográfica», que abre el libro: «A los nueve años me pilló un carro / y a los catorce me pilló la guerra; / a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía», escribe Fuertes de modo crudo y franco.

Asimismo, la poeta trata múltiples preocupaciones que la inquietaban altamente, además de ahondar en algunos de los temas humanos universales. El amor, la vida, la muerte o la injusticia desfilan por sus páginas, que hoy podemos (re)leer —necesidad explicitada por Juan Goytisolo— gracias a la encomiable labor de Ediciones Torremozas.

Esta editorial, asidero de Fuertes, reeditó en 2004 Antología y poemas del suburbio junto a Todo asusta, publicado en 1958. No obstante, la producción poética «glorista», calificativo que la autora introdujo, va mucho más allá: Isla ignorada (1950), Aconsejo beber hilo (1954), Poeta de guardia (1968) o Cómo atar los bigotes del tigre (1969) son otros de los títulos destacables.

Sobre el segundo de los cuatro, Francisco Ynduráin sentenció negro sobre blanco: «Hasta la aparición de Aconsejo beber hilo (1954) la obra de Gloria no había alcanzado plenitud y la singularidad inconfundible de tono y voz (…) El estoicismo popular y una templada resignación dignifican siempre su expresión, como si al ponerse en verso cobraran grados de estilización para pasar depurados a un plano de arte verbal». He aquí la destreza lírica de la escritora madrileña tanto en sus recursos literarios como en su contenido temático, el epítome de su desempeño.

Un tino que ya es perceptible en Poemas del suburbio, y después en el citado Poeta de guardia. Este último título denota el estilo propio y la inquietud humana de Fuertes; no en vano, tal «profesión» es la que para la eternidad figura en su lápida en el Cementerio de La Paz de Alcobendas, junto a estos dos graníticos versos: «Ya creo que lo he dicho todo / Y que ya todo lo amé».

Aquel toque imperecedero se reflejaba a propósito de la misma colección poética, a la que se refería a finales de los setenta con la vista en otras publicaciones: «Mi próximo libro es un disco, así como lo oyes. Será mi segundo “elepé”, debido al —me da no sé qué— decirlo éxito del primero: Poeta de guardia. El lector pasa a oyente y es mi misma voz la que le “cuenta” mis poemas”». En esas mismas páginas de prensa, la poeta asegura que «mi “último libro” es siempre el penúltimo».

Sin embargo hoy, a casi veinte años de su muerte, sin que ya su último trabajo vaya a constituirse en su penúltimo, y con una gran parte de su labor literaria todavía no ocupando el lugar que ciertamente le corresponde, debemos releer a Gloria Fuertes para liberarla definitivamente del descaminado discurso crítico que enfrentó su literatura; para recrearnos con las composiciones que nos legó y que ahora claman por que los ecos de esta, la otra Gloria, sean escuchados; para, en suma, robarle toda la vida posible a la muerte.

Con justa razón, la producción poética de Gloria Fuertes camina mucho más allá de su literatura dirigida a jóvenes, y resulta una obligación como lectores y estudiosos rescatarla del suburbio canónico al que ha sido destinada para situarla en el centro de nuestra literatura.


© Texto: Luis Gracia Gaspar
Imágenes: Dominio público. La poeta madrileña, fotografiada en 1941.

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