La Palma
Desde el diecinueve de septiembre dos islas en una isla separadas por el «túnel del tiempo», una vía subterránea de apenas tres kilómetros que comunica el este con el oeste y evita sortear barrancos y riscos milenarios, protagonistas y testigos absolutos de su ancestral belleza. Desde entonces, el día y la noche, dos caras de la moneda, de la magnitud titánica de la lucha de los Elementos. Y mientras en una parte de la isla la vida continúa empeñada en la normalidad de lo cotidiano, en la otra parte los ríos de lava sepultan sueños y memoria y hacen valer el poder absoluto de una naturaleza libre y ajena a sometimientos humanos.
La isla entera vive bajo la pesadilla del volcán de Cumbre Vieja, un lugar mágico para caminar bajo los pinos, acompañados del sobrevolar de los grajos desde un balcón asomado al mar, y caminar sobre mantos de mullida tamuja atravesando coladas de viejos volcanes, furias silenciosas que creíamos dormidas, ahora… Es otro cantar.
La Palma se estremece. Y media isla se desangra a la vez que se construye ajena a lágrimas y lamentos, mientras la otra, solidaria, se conmueve y consuela, y se dice y repite que, hay que seguir viviendo y asumir el riesgo de ser palmeros.
THULE
I
Entre la calima
emerges
en medio del océano
como un saurio dormido.
II
Un giro inesperado
y el mar
anega la ventanilla del avión
antes de enfilar la pista.
III
Olas de plataneras
acompañan silenciosas la bajada
ajenas al estruendo del motor
a mi dependencia.
IV
Desciendo
con la sensación de estar perdida
intrusa
en un reloj sin tiempo.
V
Y EL VERBO SE HIZO LAVA
piedra y sal
fecundaron tus barrancos
de verdes milenarios y
torrentes imposibles de callar.
VI
Cercada por el agua
por la muralla negra
que asciende hasta la cumbre
llamo a la puerta del paraíso.
VII
Nadie me espera
y nadie sentirá mi ausencia
sólo soy un accidente
en el corazón del volcán.
Texto y fotografía © María Cruz Vilar
(De mi poemario: RACHEADO)