La senda de los relojes detenidos
Los relojes de la vida, los que van marcando nuestros latidos, nos avisan del tiempo transcurrido, del aire respirado, pero nunca nos dan noticia del que nos queda. Así se establece una tierna relación con ellos, porque dan testimonio de nuestra historia y nos dejan, elegantemente, en la ignorancia de nuestro próximo amanecer.
Pero, a veces, esos relojes, que se alinean en las veredas de nuestro camino, parecen pararse. Siquiera solo un momento. Es un instante de saetas detenidas, donde el tiempo se para a descansar. Y esos momentos son los requeridos para ser parte de la vida que nos rodea, para observar la belleza de las cosas y la espléndida ilusión de la idea.
En esos relojes detenidos, la vida se hace blanda, cambian las siluetas que se ofrecen a nuestra vista. Melancolía y alegría pugnan por ser las garzas de nuestro pensamiento. Y en esos dos vuelos, uno es saeta de los relojes detenidos.
Texto e imagen © Felipe Espílez Murciano