La Tectónica de Placas
Soy de esa parte de la sociedad que aprendió geografía sobre mapas mudos. Esos en los que sólo te encontrabas las siluetas de los países (si era político) o de los continentes (los físicos). Y en ellos debías anotar los nombres de la parte del mundo que se estuviese estudiando. Siempre he encontrado que es una hermosa manera de ejercitar la memoria. De esa época me ha quedado las pasión por los mapas; me encanta y entretiene mirar países, fronteras, ríos, montañas y siempre dejo que mi imaginación vuele alegre en viajes utópicos e incluso imposibles.
Si tuviese que elegir mi lugar favorito del planeta por el número de veces que lo he visitado en un mapa, ese sería sin lugar a duda, la Fosa de las Marianas, un lugar de poco más de 2500 km de longitud por unos 70 metros de ancho y a más once mil metros bajo el nivel del mar… pero, vale, que me voy por las ramas. Queda aparcado el tema, quizás vuelva en próximos meses.
La cuestión es que me fascina la geografía de nuestro planeta. Y me atrae especialmente sus manifestaciones telúricas, esas que frecuentemente nos recuerdan que nuestro planeta está geológicamente muy vivo, demostrándolo de manera indómita y desatada. Vivimos en un planeta con mucha actividad en su interior; es habitual encontrarnos noticias sobre terremotos, volcanes o tsunamis, y con demasiada frecuencia algunos de ellos ocasionan situaciones catastróficas, con enormes pérdidas humanas y económicas. No son fenómenos independientes entre sí, sino que todos tienen la misma causa.

La Tierra está estratificada, tanto considerando su composición química como sus propiedades mecánicas. Así, a partir de la composición química (modelo geoquímico), distinguimos la corteza, el manto y el núcleo, mientras que según sus propiedades mecánicas (modelo dinámico) destacamos la litosfera, astenosfera, mesosfera y endosfera.
La litosfera es la parte superior de la corteza terrestre, donde se desarrolla nuestra vida. Pero esta superficie no es una capa continua, sino que está fragmentada en grandes placas que encajan entre sí como las piezas de un puzle y varían en grosor según su composición sea corteza oceánica, continental o mixta., pero el encaje no es perfecto ya que la litosfera descansa sobre la astenosfera, una capa semiplástica, más caliente y débil.

Las manifestaciones de la dinámica interna terrestre se explican gracias a la teoría de la tectónica de placas que establece que la litosfera está formada por una serie de placas contiguas que se mueven unas respecto de otras separándose, chocando o deslizándose lateralmente.
Los geólogos han determinado que la capa más externa de la Tierra está fragmentada en ocho o nueve grandes placas y cinco o seis más pequeñas, una combinación entre las oceánicas (relativamente delgadas y densas) que navegan hacia abajo, y las continentales (más gruesas y ligeras) que se tambalean hacia arriba, y todas se desplazan pasivamente gracias a las corrientes de convección. El movimiento de las placas no es uniforme; hay zonas donde el movimiento es muy lento (alrededor de una centésima de milímetro al año) y otras en las cuales es muy rápido, de más de 10 cm al año. De la misma manera existen segmentos de la corteza que chocan entre sí y otros en que no existe ningún impacto. Estos movimientos son los responsables de la aparición de montañas, volcanes, terremotos, formación de plegamientos y fallas geológicas, expansión de océanos, desplazamiento de continentes. La configuración de las placas es inestable y se está modificando lenta pero continuamente.
Las principales Placas Tectónicas son (se pueden ver en el mapa que encabeza el artículo): Africana, Antártica, Arábiga, Caribe, Cocos, Euroasiática, Filipina, Indoaustraliana, Norteamericana, Sudamericana y del Pacífico; otras menos grandes serían las de Nazca, Juan de Fuca y la Escocesa; existen, además, placas muy pequeñas llamadas microplacas como la Rivera, entre muchas otras y pueden estar situadas dentro de las principales o éstas pueden a su vez subdividirse, pero no todas están aún identificadas.

La teoría se sustenta en unos pilares básicos:
- en las dorsales oceánicas se genera nueva litosfera oceánica;
- la litosfera oceánica generada en estas zonas, una vez creada, pasa a formar parte de una placa litosférica que puede o no incluir litosfera continental;
- la superficie de la Tierra permanece constante, es decir que la litosfera nueva, generada en las dorsales, debe compensarse por destrucción de esta en las zonas de subducción
- finalmente, el movimiento relativo entre las placas se hace patente, básicamente, en los límites de placas.

La teoría de la tectónica de placas es relativamente nueva. A principios del siglo XX, el meteorólogo y geofísico alemán Alfred Lothar Wegener propuso una nueva teoría que luego se llamaría Deriva Continental. En ella postula que la distribución geográfica de los continentes ha variado a lo largo de la historia geológica de la Tierra, y que, como consecuencia del movimiento de los continentes se producían empujes que provocaban la elevación de las cadenas montañosas.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial nadie creía en la Teoría de la Deriva Continental, pero el comienzo de la Guerra Fría y el desarrollo del submarino como arma estratégica, precisó la realización de una buena cartografía del fondo oceánico. En estos mapas topográficos de los océanos se reconocen larguísimas cordilleras sumergidas (dorsales) en el centro de los océanos y profundas fosas marinas en algunos de sus márgenes. Y se evidenció que la teoría de Wegener era totalmente correcta. En la década de los 60 del siglo pasado, científicos de todo el mundo recogieron multitud de nuevos datos de todos los rincones del globo que confirmaron estas hipótesis, y desarrollaron la teoría unificada de la Tectónica de Placas.

Y hasta aquí puedo leer por este mes. Cuando un tema se cruza por mi mente, al ponerme a recoger información sobre él siempre me sorprende la enorme cantidad de datos que se puede encontrar sobre cualquier asunto relacionado con la ciencia. Y me doy cuenta de que, si comienzo a escribir sobre A, se supone que mi lector ha de conocer B, C y hasta M y no existe ninguna evidencia sobre ello. Este mes me ha pasado. Me encantaría escribir de volcanes o de seísmos, quizás de mi querida fosa de las Marianas, pero me parece imprescindible que antes os hable de la tectónica de placas, pues es la única razón (u origen) de que aquellos se produzcan y existan.
Ya hemos comenzado el 2021 y nos queda todo un año por delante para comprobar que la situación mejora poco a poco. Al menos ese es mi deseo, mi esperanza y mi ilusión. Mientras tanto, cuidaros mucho, que os necesito ahí enfrente cada mes.
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