La tuerta
Dedicado a la princesa de Éboli
Tú rostro nacarado,
tu severa mirada
contemplan cada día
mi triste despertar.
Asomada al balcón
de tu nívea gorguera
!Señora de Pastrana!
¿Qué pensaras de mí?
Acaso me dirías,
si en pretéritas horas
me hubieras conocido:
!aleja tus temores!
!olvida tus tristezas!
!Levántate princesa
de tu propio destino!
Tú que tienes dos ojos
y un claro entendimiento
no rumies la traición,
ni el desamor ingrato.
Antes haz como yo:
Intriga, lucha, medra,
conspira si es preciso.
No te des por finada.
No pases a tu historia
como cobarde fémina.
Luce altiva tu frente.
Ya ves.
Yo fui, la única insigne tuerta
de mi época.
¡Pero no me arredre!
Te acompaño en tu alcoba,
ya en tantas alboradas,
que casi te distingo
como mi camarera
o mi dama más fiel.
No te dejes hundir
por mezquinos ardides.
La vida es felonía.
Yo bien que lo sufrí.
Más le preste arrojo
a mi único ojo.
Fui Ana de Mendoza.
Fui mi dueña.
¡Hasta el fin!