La voz del mundo de María Victoria Montemayor
Cuando en la esfera celestre ardían las estrellas
un murmullo descalzo, etéreo e impalpable,
volaba junto al aire.
Tus manos, hechas cuenco, se alzaron al espacio
y en él fueron cayendo, como una lluvia fina,
palabras encendidas.
Era la voz del mundo la que en ellas hablaba
y te decía en silencio que nada existe aislado,
que todo lo creado, aunque se desarrolle,
tuvo el mismo comienzo
y tendrá igual final.
© María Victoria Montemayor
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