Lamento
Penélope, Naúsicaa, los celos y… Ulises, siempre Ulises.
Si el vino quemó tu boca
sellando la memoria al mortal recuerdo,
sobre Circe caiga la culpa.
Si al no poseerte
las sirenas enloquecieron con sus cantos,
enmudezcan para siempre bajo un pecio de algas.
Si el amor de Calipso fue una balsa tejida de engaños
y Poseidón celoso te batió entre olas,
que ajusten ellos sus cuentas.
Si aun así
persististe en la travesía, ¡OH HÉROE!
digno eres del favor de Atenea, la que apaciguó a los vientos
y otorgó el poder para redimirte en la malla inmortal
que llevó la gaviota.
Si un céfiro favorable te arribó a la orilla y, bajo olivos y acebuches
el sueño reparador reconstruyó tu reino,
¡POR QUÉ!
estando ya tan cerca de tu casa
la diosa hundió sus brillantes ojos en mi paciente pecho.
Por qué te ofreció a Naúsicaa y, cada noche
¡O KAIMOS!
su recuerdo te posee e inunda el mar en que naufrago.
A Mikis Theodorakis
De mi poemario: Racheado
© Texto: María Cruz Vilar
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