Las vacaciones de Fiestas Patrias

En Chile, septiembre es el Mes de la Patria o del Dieciocho. El día 18 se celebra el aniversario de nuestra Independencia Nacional, y el 19, el Día de las Glorias del Ejército. Estos dos feriados consecutivos dieron origen a las vacaciones de Fiestas Patrias, una semana de asueto, que se contempla en todos los establecimientos escolares y universitarios del país. La mayoría de los padres, con niños y jóvenes que pueden disfrutar de este descanso, se organizan para obtener permisos laborales y salir de vacaciones en familia.

Muchos aprovechan para viajar al extranjero, mientras que las familias que desean disfrutar de nuestras costumbres y tradiciones eligen como destino vacacional aquellas ciudades donde los festejos permiten sentir a flor de piel nuestra identidad nacional o “chilenidad”.

En mi niñez, viajábamos al fundo (hacienda) familiar, en el sur del país. De esta forma “se mataban dos pájaros de un tiro”: visitar a los familiares y poder disfrutar de los festejos sureños campesinos, que son, a mi parecer, los más entretenidos y coloridos. Anhelaba llegar a la antigua casona de adobe donde me esperaban mis primos para jugar y mi mampata Perlita (regalo de mi abuelo Alberto en mi primera Navidad) para montarla y recorrer los campos.

Nos trasladábamos en tren.  Era la forma más cómoda para recorrer largas distancias con niños: los espaciosos vagones nos permitían caminar por sus pasillos; sus asientos mullidos eran muy confortables:  tenían respaldos reclinables y móviles que se podían orientar según la dirección del tren, y grandes ventanas panorámicas que nos permitían apreciar el paisaje. Contaban con un coche comedor que ofrecía desde un café hasta comidas más sofisticadas, donde podíamos pasar el rato con juegos de salón, escribir o dibujar.

La emoción del viaje comenzaba al llegar a la Estación Central de Ferrocarriles del Estado, una hermosa construcción con techos de fierro, diseñada por Gustave Eiffel.  Llegábamos allí en el auto de mi papá cargado con el equipaje: maletas grandes, bolsos y paquetes. Un asistente (“maletero”), lo transportaba hasta nuestro vagón en un carro de metal con ruedas. Muchas veces me trasladaba a mí también sobre las maletas y, como yo era flaquita, ¡me llevaba gratis!

El viaje duraba muchas horas y, el tren debía hacer varias paradas. Durante el tiempo que permanecía detenido, subían los vendedores locales ofreciendo sus productos en canastos de mimbre: sándwiches, pasteles, huevos duros (cocidos), entre otros. Los pasteles eran mis preferidos, especialmente los famosos “empolvados”, que siempre me dejaban “empolvada” con el azúcar en polvo que los cubría, y embetunada con el dulce de leche que traían en su interior.

 También subían los suplementeros ofreciendo diarios y revistas. Fue en una de esas ocasiones cuando mi mamá me compró el primer ejemplar de la revista “Condorito”, la historieta cómica que relata gráficamente las andanzas de este pájaro (antropomorfo) que emula al majestuoso cóndor que se honra en nuestro escudo nacional. El personaje, dibujado con una camiseta roja, pantalón negro remangado y ojotas rojas (calzado rústico campesino). Es famosa su forma de asombrarse: se desmaya y cae hacia atrás con los piés al aire y un gracioso “¡PLOP!”. Los desenlaces inesperados de sus aventuras finalizan con una expresión característica “¡Exijo una explicación!”.

Fue el primer viaje en el que me mantuve sentada y concentrada en la lectura. Recién había aprendido a leer y esta fue la gran oportunidad para practicar y leer la revista de principio a fin. Desde entonces no faltaron las revistas y libros de cuentos para amenizar el viaje. 

 Desde hace algunos años, en Chile contamos con poquísimos trenes. La nostalgia que me provoca su recuerdo me hizo plasmar algunos de esos “Momentos inolvidables de mi infancia en la Estación Central de Santiago de Chile”.

Cecilia Byrne: “Mis anecdóticos viajes en tren”, óleo sobre tela, 65 x 50. (2022)
Cecilia Byrne: “Mis anecdóticos viajes en tren”, óleo sobre tela, 65 x 50. (2022)

Hoy, las personas que no tienen auto para viajar deben utilizar medios de transporte público. Los terminales de buses interurbanos se encuentran ubicados cerca de esta estación de trenes. En ellos ocurren cosas similares: despedidas, personas cargando su equipaje y los vendedores habituales. Por suerte las maletas han sufrido una serie de cambios que las hacen más amigables a la hora de viajar: ruedas, asas y materiales muy livianos. Además, se utilizan mochilas o bolsos en la espalda que permiten mayor libertad de movimiento.

Los días previos a estos feriados nacionales se produce un gran flujo de viajeros, principalmente por tierra. Las principales carreteras del país se congestionan por el incremento del tráfico de automóviles y buses interurbanos. ¡Cuánto se extrañan esos trenes que chirriaban sobre los rieles y nos balanceaban acunándonos durante el trayecto!

La llegada al destino nos devuelve la alegría. Comenzamos a realizar las actividades programadas: paseos, encuentros con amigos y los “festejos dieciocheros” como concurrir a las ramadas o fondas, asistir a la misa de Acción de Gracias o ver la transmisión de la Parada Militar saboreando un asado.

 En las “ramadas” o “fondas”, recintos temporales levantados sobre  cuatro troncos y techados  con ramas decoradas con guirnaldas de banderitas chilenas, se produce una mezcla singular entre la música y baile del folclore nacional con los platos y bebidas alcohólicas típicos de la cocina chilena. Su evocación me inspiró para pintar la siguiente obra “Roberto y la Negra Ester en la fonda Las cuecas choras”:

Cecilia Byrne: “Roberto y la Negra Ester en la fonda Las cuecas choras”. Óleo sobre tela, 50 x 40 (2021)
Cecilia Byrne: “Roberto y la Negra Ester en la fonda Las cuecas choras”.
Óleo sobre tela, 50 x 40 (2021)

En mi obra, la música es en vivo, con un conjunto folclórico cuyos integrantes rasguean una guitarra, un arpa y hacen sonar un pandero interpretando una “cueca”, mientras una pareja con trajes típicos, la baila. El “huaso” corteja a la “china”, al principio ella muy recatada lo esquiva, pero termina seducida.

Desde nuestra infancia aprendemos a bailar la cueca.  Esto nos permite representar a Chile a través de nuestro folclore cuando estamos en el extranjero.

Los platos típicos que se disfrutan son las empanadas y los anticuchos acompañados de vino, pisco o chicha (uva fermentada).

Las ramadas han evolucionado y en la actualidad más música envasada, se bailan otros ritmos como salsa, cumbia y merengue y se sirven tragos como el Terremoto (vino blanco “pipeño”con helado de piña, granadina y alguna “malicia” como pisco, ron o fernet), el Jote (vino tinto y coca cola) y la Piscola (pisco y coca cola).


Texto e imágenes © Cecilia Byrne

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies