Leo Brouwer

Jorge Castro: ¿Cuáles son sus primeros recuerdos musicales?

Leo Brouwer: Lo primero que recuerdo fue cuando tenía cuatro o cinco años, a mi madre hacerme pruebas de ritmo dando golpes y yo los repetía, cosa que me gustaba mucho. Era para chequear si tenía buen oído y entonces llamaba a la gente para que me oyera. Lo mismo ocurrió cuando me acerqué al piano. Yo no sabía nada de música, pero me sedujo desde el inicio. Desde mis primeros ejercicios de composición organicé la armonía tradicional y añadí sonoridades nuevas que me atraían, una serie de disonancias que me parecían interesantes y necesarias para mi lenguaje, que nacía en ese momento.

Cuando me llevaban al Kindergarten (escuela anterior a primer grado escolar), sentía la Radio Musical Nacional CMBF de algún vecino (poco usual para mi entorno, pues es un país con gustos clásicos casi nulos donde prevalece la cultura popular). Yo leí desde los seis años incesantemente, al mismo tiempo Salgari o Verne, los tebeos (animados) o Víctor Hugo (cuyo El hombre que ríe me impresionó sobremanera amén de Los Miserables, una de mis primeras lecturas), junto a Tarzán de los Monos de Burroughs, impulsado por mi padre (médico y cancerólogo, aficionado a la guitarra clásica de oído, no sabía música). Él fue sobrino del compositor Ernesto Lecuona, mi tío abuelo (famoso en la música más refinada de lo popular, en la primera mitad del siglo XX en Cuba y el mundo de habla hispana).


Leo Brouwer

¿De qué se nutre su música?

Diría que componer es la suma del más amplio conocimiento de los formantes culturales. A la hora de hacerlo uso la cultura integral como referente. Teniendo en cuenta los últimos quinientos años de cultura occidental, que aunque saturadores de una serie de fenómenos históricos de la estética, son imprescindibles. En los años cincuenta y sesenta había un clima de enfoque estructuralista, seco y matemático. Se produjo una descomposición de las estructuras y también lo usé en mi música. Eso derivó en que cada vez me hacía más hermético, más abstracto y no podía comunicarme, lo que para mí es fundamental. Empecé a suavizar mi estilo, quizás con algo de simplicidad. Mi manera actualmente (y desde hace más de 30 años) tiene que ver con el movimiento general de la simplicidad basándome en la música de nuestros países. Nuestra obra ha de crearse teniendo un contacto verdadero con su raíz y conocer los medios actuales de creación. Quiero decir que se debe incorporar estos medios, asimilarlos y luego, devolver ese material con una personalidad propia.

Como acoté antes, en gran medida componer como lo he hecho -y hago- parte de haber asimilado desde pequeño todo lo escuchado en la Radio Musical Nacional (como Radio Clásica), ayudado por algunas piezas al piano que tocaban en casa de la abuela. ¿Por qué me sensibilizó lo clásico? Lo ignoro aún ahora después de más de setenta años transcurridos. ¿Por qué me sedujo ese lenguaje y no lo popular repetido hasta la saciedad por las victrolas? Me pregunto todavía sin respuesta… (por supuesto, según estudios, el oído infantil absorbe lo que escucha).

¿Qué importancia tiene para usted el ritmo?

Las raíces de la música cubana tienen origen ritual, al igual que las músicas rituales africanas. Sin el elemento rítmico en un segundo plano, la información musical no se recibe igual, ya que si sólo se pueden percibir melodías y armonías, se sentirá que esa música carece de pulsaciones. Al percibirlas, no se oyen todo el tiempo porque son estables como la sangre. Lo folklórico y lo ritual tiene células que se perciben de manera subliminal. En los formantes rítmico y melódico se debe, además de no repetir, no redundar y no crear patrones que deriven en músicas predecibles.

A la hora de componer, ¿razón o intuición?

A la hora de componer, la razón y la intuición, ambas están regidas por la memoria cultural. Recalco que oí mucha música y la analicé mientras escuchaba y ese es el referente. Igual que el idioma, el hombre habla; si lee, habla tres veces más; si no lee nada, pues habla el lenguaje de la calle con cincuenta palabras en vez de dos mil. Soy autodidacta y es lo que en ocasiones me vanagloria aun después de tantos años (como diría un buen cubano: ¡muchos años solo rompiéndome el coco!).

¿Piensa que la música contemporánea podría despertar un mayor interés en el público y si es así, de qué forma?

Podría despertar interés si el público tuviera continuidad e inquietud de lo que está oyendo. No le interesa porque lo rechaza porque lo desconoce. Tendría que oír más que no fuera trivial y común.

Ni lo contemporáneo ni lo clásico se escuchan en un país de extracción popular. Esos ítems son sofisticados en Cuba. Recordemos que lo llamado clásico en música, es cultura europea originalmente. Su exportación a Cuba, fue y es, minoritaria aún hoy. La única forma de convertir lo clásico en algo más común depende de los medios masivos de difusión y con una adecuada estrategia inteligentemente filtrada de los mismos. ¡Para esa difícil labor se requieren profesionales cultos! (¡Disculpen la franqueza! sin palabras…).


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¿Cree que se puede enseñar a componer?

Se puede enseñar la estructura y la forma tradicional, lo que no se puede enseñar es a enriquecer con magia sonora, a buscar. Uso la palabra “magia” para el autor popular. La complejidad no es solo añadir problemas sonoros e indisolubles a la complejidad misma, sino, la mezcla de lo conocido con lo nuevo. A componer se enseña, pero no a crear. Componer es fabricar y crear, es inventar desde la cultura. Hace falta oír miles de obras; discernir lo que es tuyo y lo que es simplemente influencia; lo que es cultura y lo que es intuición. De todo eso se hace un “cocinado” y sale una obra maestra o un plato incomible.

Repito que la composición se enseña teóricamente, se desarrolla por una intensísima audición, constante y analítica a su vez. El futuro compositor debe haber escuchado cientos de obras de todas las épocas y procedencias, no sólo por placer sino con espíritu crítico. Lo que llamo espíritu crítico es un hábito de escuchar con máxima concentración. Si esa costumbre se hace crónica y/o constante, abarcando mucho tiempo de vida, muta en cultura y/o lenguaje propio. En suma, la composición se completa con muchísima audición y EJERCICIOS (¡algo que ningún compositor hace!). Lamentablemente, el compositor no se ejercita. Todas las disciplinas se ensayan y/o practican, excepto la composición musical. Los futuros compositores NO se ejercitan, toman el papel, esgrimen la pluma como espada a lo Excalibur y ¡escriben la obra maestra del siglo! (algo común desde hace décadas en el siglo XX y el actual).


Leo Brouwer

Háblenos de sus próximos proyectos.

Sigo componiendo, no me detengo, es lo que más hago además de Máster Clases de guitarra en eventos y dirijo orquestas (cada vez menos, el último concierto fue en México con mi querido Concierto de Lieja). Pero dedico gran parte de mi tiempo a escuchar la música que existe. He oído miles de obras y cientos de autores, siempre con espíritu crítico y conozco todas las fórmulas que se han usado en la música occidental de los últimos quinientos años. No hago proyectos a largo plazo evidentemente por mi edad, lo único diría pendiente, es componer una ópera (pero me gustaría verla estrenada y no en una gaveta). He escrito mucho y continúo (a veces me dan nostalgia aquellas obras que hice cuando era un muchacho, como digo en ocasiones, siendo un analfabeto). Mis proyectos son seguir cerca de la música, componer música mirando siempre hacia el futuro y a tantos excelentes intérpretes que surgen en cualquier lugar del planeta.

Recientemente compuse para Anne Akiko Meyers, violinista norteamericana de reconocida trayectoria, mi segunda Sonata para violín y una obra para guitarra y violín (Laude al árbol gigante). Hace pocos meses compuse para João Luiz Rezende Los guardianes de la magia para guitarra; Sonatas de la meditación para guitarra y ensemble, dedicada a Carlos Barbosa-Lima; las Variaciones concertantes para guitarra, acordeón y cuerdas para un joven dúo de Alemania (Lux Nova), la Fábula del unicornio azul para guitarra dedicada a Kaori Muraji (a quien conozco desde niña). 

Recién he terminado tres estudios que he titulado Trois Nouvelles Études (en homenaje a los tres últimos de Chopin) para un proyecto de grabación del guitarrista francés Thibault Cauvin que Sony Classical publicará en CD en este otoño con todos mis estudios, siendo la primera grabación integral (33 estudios). Los he dedicado a grandes pensadores franceses del siglo XX con los que he conectado durante mi vida, entre otros más, ellos son: Claude Lévi-Strauss, Jean-Paul Sartre y Jacques Derrida. En estos momentos tengo en plan nuevas obras (entre julio y octubre 2020). Desde ayer reviso el Preludio de la nostalgia para la guitarrista griega Elena Papandreou en un doble homenaje a Manos Hadjidakis y desde hace par de días estructuro una para Cristiano Porqueddu a partir de La Camisa del Hombre Feliz que cuenta la fábula del rey que deseaba ser feliz y que aún con todo su poder, no lo era y fue buscar al hombre más feliz de la tierra y este ¡no tenía ni camisa, pero era feliz con lo que tenía! 

Apartando la guitarra (que es casi el 40% de mi producción) escribiré para el joven cellista inglés Sheku Kanneh-Mason un par de obras, una para cello solo y otra para cello y guitarra para ser estrenadas a partir de 2021.

Tendría que haber estado ahora en Irlanda asistiendo a la premiere de mi último cuarteto de guitarras Irish Landscape with rain organizado por Eamonn Quinn quien dirige Ireland Louth Contemporary Music Society. Dicha obra la pueden escuchar en el siguiente enlace:
https://open.spotify.com/album/5gS5hbWrmaacrzIgwWL1Tg?si=lxMIxE0BQbCrNMboT5ieUg

Quiero comentarles que toda mi música de los últimos 25 años está editada (autogestionada y autoeditada) en mi editorial Ediciones Espiral Eterna (www.eeebrouwer.com) luego de darme cuenta de la estafa y la mala atención a mi música (con nula promoción) por parte de la mayoría de los editores con los que firmé a inicios de los setenta.

¿Qué consejo le daría a un joven que quiere dedicarse a la música?

El único consejo que le he dado a los que quieren dedicarse a la música (a interpretarla o a crearla, da lo mismo) es conocerla a fondo. Desentrañar toda la cultura occidental y otras como las culturas con filosofías trascendentalistas asiáticas; la manera de componer y de crear material sonoro. No estoy hablando de temas y de melodías, sino de material sonoro. Es como construir una casa. Tú puedes hacer una casa tradicional o puedes estructurarla como los grandes arquitectos, como Le Corbusier, Alvar Aalto o Zaha Hadid (una de las mujeres más increíbles, fallecida recientemente). Ellos revolucionaron la forma compositiva, tanto en la arquitectura como en la práctica. ¿Qué hizo Picasso? No deformó, transformó, y esa transformación del sonido es lo que hace falta para componer contemporáneamente. Conocer no es meterse a hacer ruidos, sino, conocer los últimos quinientos años de música a fondo, he dicho tantas veces. Si no se conoce el pasado, no se puede trascender, evolucionar. Los consejos para un joven, si se dedica a tocar, es que debe escuchar a los más grandes y si se dedica a componer, debe analizar las más grandes obras; no sólo las famosas, sino las desconocidas de autores reconocidos. Las obras que menos se tocan son las más interesantes y las menos comunes al gusto popular. El gusto popular está teñido o dañado por el comercialismo de los medios. La gente oye lo que se le repite por la radio y eso va embruteciendo la capacidad cultural de asimilar. El joven que quiere dedicarse a la música tiene que oír miles de obras, con espíritu crítico, y saber que es lo que te toca sensorialmente el oído y por qué. Debe analizar esas obras profundamente en su cabeza, no es necesario ni siquiera la partitura, es necesaria la memoria fotográfica para recordar la manera de plasmarla y es la memoria auditiva la que tiene que desarrollar. Ese es el consejo que yo doy.  En general, quien quiera dedicarse al arte, debe poseer cultura integral (conocer a fondo y relacionar a todas las manifestaciones artísticas con sus especificidades). Hablo de ser capaz de relacionarlas con el quehacer propio. Yo no podría crear música si no leyese, si no viese plástica, arquitectura, cine… Auster, Camus, Eduardo Mendoza, Carpentier, Umberto Eco, Bacon, Miró, El Bosco (después de quinientos años de su muerte aún nos sorprende su estilo, lo que llaman un adelantado de su época), las esculturas monumentales de Mitoraj, el hiperrealimo de Dascanio, el barroquismo erótico de  Roberto Ferri, Bergman (un genio para mí), en fin, todo el arte conectado. Hay que valorar y amar a todas la formas de la cultura artística. De no ser así, el artista creador, estará incompleto.    

Texto © Jorge Castro
Fotografías © Iván Soca


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