Libertad

Había nacido en una cuna acomodada, desde niño se le veía en la mirada su carácter de superioridad ante los demás, se crío  bajo la voz de mando de su padre, un coronel en la reserva con mirada dura e inquisitiva. Ahora a sus cuarenta años llevaba bajo sus pies la batuta del mando, era director y consejero de una gran empresa automovilística. Había nacido con el estigma del poder incrustado en su cuerpo y sobre todo en su alma. Un poder en el que se jactaba sin ningún miramiento, y en su mente albergaba un sólo pensamiento, quería a toda costa unirse en matrimonio con Inés, hija de un poderosísimo magnate de la industria Rusia. No tenía mal ojo, su objetivo era esa unión, eso le supondría a él, más fuerza, entereza, firmeza y triunfo. Una conquista a un nuevo país que sería suyo para siempre. Inés era una chica noble de corazón y aunque nunca le faltó de nada, valoraba mucho el ayudar al prójimo y ella acudía cada mañana a dar la ayuda desinteresada a los más necesitados de la ciudad. Le gustaba Augusto, pero no sentía por él esa necesidad de casarse. Cada vez que ellos se veían él insistía con esas ansias de querer casarse, hasta que hubo un día que ella cayó en sus redes y dijo «sí, quiero». Ella le propuso para casarse unas  condiciones y el acepto, pero nada de ello se llevó a cabo, todo lo contrario, tuvieron un bodorrio y ella quería una boda íntima, pero como siempre cedió ante la avaricia del padre y del estrenado esposo. Un séquito de acreedores acompaño a los novios en ese gran día, junto algunos partidos de la oposición, luego llegaría ese viaje de novios que los llevó durante dos meses por diferentes países y fue en ese viaje donde descubrió que se había equivocado en haberse  casado ¿Quién era Augusto y qué era lo que había estado buscando durante todo el noviazgo?… Aún descubriéndolo ella en ese momento, sintió que podía cambiarlo. Después de nueve meses nació la ansiada criatura para Inés. Ese día ululaba el viento más salvajemente, como queriendo decir lo que acontecería desde ese instante.     

Nació una preciosa  niña llamada Esperanza, Inés no cabía en sí de gozo. Augusto no estuvo presente en el alumbramiento de su primer hijo. Dos meses después volvió de un viaje de negocios y el entusiasmo al ver a Esperanza  no fue más grande del que puede tener  alguien al que le regalan algo que no le  gusta y finge con ese entusiasmo de risa tonta. Ella había sobrevalorado a su marido, sin  apenas darse cuenta de esos valores de los que carecía. se había dado cuenta que había estado sometida a una manipulación total, tanto del padre como del esposo y no quería inculcar a su hija la avaricia del poder del dinero que tenían padre y abuelo, Inés lucharía con todas sus fuerzas para que nada de ello llegara a la raíz  de su preciosa hija. Fue un proceso largo y laborioso con un reto muy importante queriendo conseguir la  libertad, para eso tuvo que saltar varios obstáculos y tener una bizna de paciencia. Le costó muchas lágrimas hasta debatir por años su existencia en esta vida. El marido la repudió por tener una hembra, a él le hubiese gustado un macho, al igual que al padre de ella. Nunca se había dado cuenta que fue una hija repudiada por no ser varón. De nuevo volvía a repetirse la historia, pero ella no lo iba a permitir, su hija se criaría en libertad. Se sacrificó por el bien de ella y aunque le costó obtener la nulidad, al fin lo consiguió. En este momento  caminaba de la mano de su hija de apenas tres años, empezaba  de cero, sin familia, ni dinero, ni esposo, pero tenía lo más grande: LA LIBERTAD.


© Mpiliescritora
© Imagen de Kseniya Mazaeva en Pexels

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