Los fantasmas de la imposición

Como he dicho con anterioridad, la variedad es una de las virtudes más extraordinarias que posee la humanidad como especie. A diario nuestro organismo y nuestra sociedad tratan con una infinita combinación de variables de carácter físico, psicológico, social. 

El paso del tiempo nos ha enseñado cómo líderes, reyes y gobernantes han intentado hacer felices a todos. Y si no a todos, al mayor número de personas posible. Algunos lo intentaron con sagacidad y objetivos nobles, otros mediante la conquista y una falta absoluta de misericordia, otros sentados en sus tronos, orondos y rodeados siempre de vino y meretrices. El objetivo último del ser humano siempre ha sido perseguir y alcanzar la felicidad (común o colectiva).

Por otra parte es necesario tener en cuenta algo que muchos ya sabemos, y que quizá otros no sepan o por puro desconocimiento o por una ignorancia auto impuesta con el fin de permanecer en el limbo de la “felicidad por cobertura de la verdad”: el ser humano es capaz de todo. De todo. Es capaz de cometer las atrocidades más innombrables cuando cree que su objetivo lo merece. En muchos casos hablamos de psicopatías o trastornos mentales muy acuciados y escritos en los libros de psiquiatría y psicología, pero en otros casos hablamos de pasar por alto el respeto a la propia vida para tratar de conseguir el ansiado objetivo. El fin justifica los medios.

En la era de la [des]información todos tenemos la habilidad de darnos cuenta de lo que son capaces nuestros semejantes, basta con asomar la cabeza al mundo, solo un poquito, no hace falta demasiado. 

A partir de ahora no voy a juzgar, solo voy a relatar.

Cuando un grupo de personas concibe o adopta un conjunto de ideas en las que no solo creen con firmeza, sino que asumen con total certidumbre que aplicadas al grueso de una sociedad (véase una nación) podrían funcionar con absoluta perfección siempre y cuando todos y cada uno de los individuos las sigan a rajatabla, es probable que intenten reunir algo de poder para llevarlas a la práctica. Este poder puede venir de formaciones políticas que aprovechen tiempos de crisis para ganar adeptos, de golpes de estado u operaciones militares o de largos y tediosos caminos políticos de ramificaciones infinitas. 

Cuando este grupo de personas llega finalmente al poder (de la manera que sea), intentará imponer su sistema a todos los ciudadanos de la nación que gobierna. A partir de aquí ya no me vale el pensamiento libre, por ser terriblemente peligroso y desestabilizador; ya no me vale una educación amplia y abierta de miras, por si acaso… globalmente hablando: ya no me vale esa suerte de “pseudo libre albedrío” que caracteriza al individuo medio de la sociedad.

Durante años, la imposición gubernamental provocará verdaderos estragos en este pensamiento libre, aplastará sin piedad a los disidentes y tildará de traidor al individuo que ose comprar una manzana en el “país enemigo”. Durante años la imposición irá gestando almas descarriadas, hombres y mujeres que observarán impotentes cómo su vida se desmorona hasta que… hasta que la impotencia deje de serlo y la pasividad quede relegada a la acción. Porque si realmente no tengo una vida que defender, ¿qué es lo que tengo que perder en realidad? Solamente una cosa: el intentar dejar a tus hijos un futuro mejor.

“Criar a un hijo, cualquier clase de hijo, te da un cierto sentido de ambición que de otra manera nunca podrías llegar a tener. Una especie de deseo primigenio de intentar dar a tu hijo un futuro mejor que el que te dieron a ti.” Marco Inaros, “The Expanse” 2021/2022

Y es aquí cuando volvemos a la cuestión de lo que es capaz de hacer un ser humano a sus semejantes, con más razón aún si se tienen en cuenta cientos de años de abusos, imposiciones, despotismo y/o esclavitud.

Si bien es cierto que la mayoría de seres humanos del planeta ansía una vida tranquila, feliz y pacífica, como no todos somos iguales, siempre existirá un reducido número de gente dispuesta a todo con el fin de alcanzar su objetivo. Y es aquí, en este punto de convergencia, donde se juntan todos los factores necesarios para terminar de cocer la sopa de los fantasmas de la imposición. 

No lo duden ni un solo instante, algunos de los peores “monstruos” de la humanidad han sido creados por nosotros mismos. Al final del día, la imposición de un sistema que tan atractivo resultaba en principio, terminará a largo plazo creando fantasmas capaces de alcanzar un nivel de brutalidad semejante o superior al de sus propios creadores. ¿Hasta qué punto es capaz de aguantar la presión un individuo que quizá ya sea de por sí propenso a las atrocidades? Y, ¿qué clase de atrocidades será capaz de cometer?

La tiranía es uno de los juegos más peligrosos con los que puede divertirse la civilización humana. Un juego mortal que puede adoptar un bucle infinito de dolor y lágrimas.

Si es que como sociedad, estamos aún muy verdes…

Entonces, ¿realmente el fin justifica los medios? Para usted o para mí probablemente no, pero para los fantasmas de la imposición… oh sí, desde luego que sí. 


© Daniel Borge

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