Los lectores de enero
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Aprender
Era tan iluso que creyó que las estrellas estaban brillando para él solamente. El impulso del dominio lo llevó a pretender más y más poder. Lo tuvo todo: riquezas incalculables, aduladores, soberbia ilimitada y hasta pensó que era él quien iluminaba a las estrellas y al mundo…Algo interno, pequeñito ,potente, impedía su alegría íntima pues en público, la jactancia era poca cosa. En ese rinconcito inasible su sonrisa se transformaba en llanto sin consuelo. Atrapado e indefenso comenzó a exponerse menos. Así, como prueba de un remedio para su mal, en solitario, vestido como cualquier persona salió a la calle . La realidad le mostró el otro lado desconocido y lo indefinido comenzó a tomar formas raras para él aunque muy atractivas para su sensibilidad que despertaba. Advirtió que el brillo exterior era superfluo, que las personas vivían hechos felices, sencillos y pérdidas, dolores. Se dio cuenta que no veía las estrellas brillar pues la presencia del sol las desaparecía y encima él no lograba mirarlo. Vio la luna, señora de la noche, las flores de tantísimos colores y aromas en su plantas; el agua correr desde sus ríos, las olas del mar y la quietud de lagos rodeados de montañas. Escuchó el canto de los pájaros, el aullido de los perros. Miró los rostros de las personas que eran como libros de sus propias vidas. Las emociones fueron encarnando y las palabras con los demás lo llenaron de su historia propia.
El iluso se perdió en la penumbra del adiós y el agradecimiento dio la bienvenida a la sencillez, a la humildad sincera y al amor honesto que acerca al hombre con los otros y con lo otro que es el escenario donde abrazó la vida simple y verdadera. Aprendió a vivir.
© Silvia Cleonice Gabetta