Los lectores en agosto
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El color de la vida de Silvia Cleonice Gabetta
Es una primavera que se va alejando; el viento corre húmedo y frío bajo un cielo gris que está inseguro como yo…o tal vez, como yo, que estoy sin colores, sin esperanzas. Camino por la calle tratando de encarnar lo que mis sentidos dispersos puedan percibir: el canto de los pájaros que buscan refugio en sus nidos, el verde más o menos fuerte de las hojas de los árboles y algunas flores opacadas por la ausencia del sol. Veo rostros casi grises, gestos apurados y mecánicos, repetidos. Gente que va o viene. Se me cuelgan pensamientos grises, rayanos en lo más oscuro. Soy como una flor que propone retroceso reclamando luz a la semioscuridad. He salido temprano de mi casa para no mostrar mi debilidad pues el tesoro amado no merece mi pesar.
Esquivo mis profundas sensaciones negativas y para dar batalla, un rayo suave de luz solar se abre paso entre las nubes que le hacen un cortejo simple pero seguro. Me alcanza su tibieza que no solo calienta mi cuerpo, sino que insufla en mi espíritu una tierna confianza que toma forma en una sonrisa levemente esbozada. Me yergo con cierta firmeza, aseguro mi andar con la misma firmeza. Comienzo a ver cambios en el camino: el gris se va retrayendo paulatinamente, los sonidos se multiplican, siento los olores de la ciudad en movimiento. Pienso en mi hogar resguardado con amor y arribo a la clínica. Entro, recorro el pasillo, me anuncio. Aguardo mi turno. Escucho mi nombre, empujo la puerta del consultorio. No sé cuál es el color de la vida. Sé que el gris ya no me envuelve y la esperanza me abraza…
© Texto: Silvia Cleonice Gabetta
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