Los saltos de Philippe Halsman

En la colaboración pasada, se esbozó parte de la obra de nuestro protagonista: Philippe Halsman. La historia de su vida y el contexto histórico que le tocó vivir, hacen que podamos hablar de un personaje muy interesante, con obras tan impresionantes como In voluptas Mors. Un suceso traumático en su juventud marcó una vida rodeada de personajes e intelectuales a los que fotografío o con los que trabajó para dejarnos una obra fascinante.


El suceso que marcó su juventud

Philippe Halsman nació en 1906 en Riga (Letonia), en el seno de una familia judía. A pesar de haber estudiado ingeniería en Dresde, muy pronto comenzó su afición por la fotografía.

En 1928, se fue con su familia de vacaciones a los Alpes austríacos y sufrió un accidente junto a su padre al hacer escalada en las montañas. El resultado fue que su progenitor se despeñó y murió en el acto.

En Austria, se estaba empezando a gestar un profundo odio en contra de los judíos y, seguramente debido a esta circunstancia, se le imputó la muerte del Dr. Morduch Halsmann, su padre. Como más adelante corroboraría la historia, las pruebas eran dudosas y circunstanciales y el juicio no hizo sino demostrar el ardor anti-semita austriaco.

Este caso se convirtió en mediático debido no sólo a la injusticia del hecho, o las contradictorias acusaciones que se vertieron en el juicio de las gentes que vivían en los alrededores del lugar en el que se produjo el suceso, sino a la campaña en su favor que inició su hermana Louiba.

Cuando finalmente se le sentenció a varios años de cárcel, empezaron a presionar por su liberación, un destacado grupo de intelectuales, entre los que se encontraban Sigmund Freud, Thomas Mann y Albert Einstein. Y lo consiguieron dos años después, aunque Halsmann fue expulsado de Austria y gracias al ministro francés Paul Painlevé, que le ofreció asilo político, se mudó a París, donde empezaría su brillante trayectoria artística, aunque este hecho le marcaría de por vida.


De París a Estados Unidos

Cuando llegó a París, recordó su afición por la fotografía y se estableció como fotógrafo independiente, colaborando con prestigiosas revistas parisinas como Vogue.

Pero rondaba el año 1940, y al comienzo de la Segunda Guerra Mundial y ante la inminente llegada del ejército alemán a Francia, volvió a solicitar la ayuda de Albert Einstein para huir a Estados Unidos. Como puede ser fácil de entender no quería volver a pasar el suplicio que vivió en Austria.

Albert Einstein, se puso en contacto con Eleanor Roosevelt, primera dama estadounidense, abogando nuevamente, a favor de Philippe Halsman quien finalmente se trasladó a los Estados Unidos en 1941, obteniendo la ciudadanía en 1947.


Su llegada a Estados Unidos y la revista LIFE

Nada fue fácil en Estados Unidos, no conocía el idioma, no tenía la pequeña fama que ya había adquirido en París y además tenía muy pocos recursos económicos.

En ese momento fue contratado por la revista LIFE, sin saber todavía que sería el fotógrafo que realizaría más portadas en esta publicación, firmó 101. Frente a él desfilaron personajes como Churchill, Matisse, Brigitte Bardot, Marilyn Monroe, Marlon Brando, Audrey Hepburn, Alfred Hitchock, Cary Grant, Pablo Picasso, Bogart, Rita Hayworth, Andy Warhol… La lista es interminable.

Personajes fotografiados por Halsman

Sin embargo, una de estas fotografías fue para él y para el mundo muy especial. Se trata de la fotografía realizada a la persona que le salvó la vida en dos ocasiones, su amigo Albert Einstein. Esta fotografía sería la elegida por la publicación Time para ilustrar su portada cuando el científico fue nombrado Persona del Siglo.

Albert Einstein

Nacimiento de un artista

La fama de Halsman era imparable, pero él quería mostrar al mundo algo con lo que estaba obsesionado, la naturalidad, la espontaneidad que podía captar la lente en sus fotografías. Para ello ideo una…. vamos a llamarlo técnica que se conocería como «jumping style» o «jumpology«.

Se trataba de captar la imagen de todas esas personas famosas a las que venía fotografiando pero… todas ellas deberían realizar una misma acción: un salto. Con estos saltos Halsman pretendía conseguir una imagen real, que no contuviera el más mínimo artificio en la pose o en la expresión de la cara, una imagen en la que se pudiera ver a la persona tal cual es, así lo definía él: “En un salto, la máscara se cae. La persona real se hace visible”

jumping style

Cuentan que Marilyn Monroe, a la que Halsman fotografió en dos ocasiones para su serie Jumpology, le horrorizaba la idea de revelar su verdadera personalidad, por esa razón después de la primera fotografía, se negó a volver a participar. Tendrían que pasar cinco años para que volviera a acceder de nuevo. Saltó unas doscientas veces en un tiempo de tres horas, hasta que surgió la fotografía perfecta que se convertiría en portada de la revista LIFE.

Portada LIFE

De esta serie se podrían destacar muchas fotografías, por su naturalidad, por su humor o por su importancia estética, como la del bailarín Edward Villela, que es una muestra de elegancia y de toma natural.

Edward Villela
Edward Villela

Halsman y Dalí

Halsman y Dalí colaboraron durante más de 30 años, además de ser grandes amigos. Infinidad de escenas repetidas para una sola imagen, podría ser el resumen de esta colaboración, de la que nacieron magnificas obras, como In voluptas Mors, o Popcorn Nude en el que Dalí da una patada al aire haciendo explotar palomitas y baguettes alrededor de una modelo desnuda.

Dali

Pero si hay una fotografía que puede resumir la esencia de esta colaboración es Dalí atomicus:

Dali atomicus

Al principio, estos dos genios idearon una idea sobre el papel que parecía muy sencilla. Se trataba de que Yvonne, la esposa de Philippe, sostuviera la silla que se ve a la izquierda con sus manos; unos asistentes, también a la izquierda, lanzaran el agua que tenían en unos baldes; y otros asistentes (entre ellos Irene, la hija de Halsman), a la derecha, hicieran volar a los gatos. Dalí, en el centro-izquierda de la imagen, saltaría en el momento justo, y Philippe apretaría el disparador de su cámara para captar la imagen perfecta.

La imagen tardó en llegar y fueron necesarios 28 disparos con su consiguiente coreografía. En palabras del propio Halsman “Seis horas y 28 intentos después, el resultado satisfizo mi deseo de perfección. Mis asistentes y yo estábamos mojados, sucios y completamente exhaustos; sólo los gatos parecían estar como nuevos”.

Philippe Halsman murió en Nueva York en 1979. No cabe duda que su vida fue más que interesante y que fue un creador insaciable. Tanto que faltarían líneas para contar cada uno de los pasajes de su vida, pero la esencia de su personalidad, su espíritu de superación, su resistencia a las circunstancias adversas, su innovación y su ojo fotográfico, perdurarán por encima de su obra, por encima de episodios racistas que siguen ocurriendo en este siglo. Quizás tengamos que saltar, de vez en cuando, para quitarnos la máscara que nos marca la sociedad y ser tan libres como lo fue Halsman.


© María Ángeles Espílez Murciano

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