Los treinta
Treinta años esperando la jubilación de la fábrica pero cuando llegó terminó poniendo un kiosco 24 horas que nunca cerraba, turnándose con dos jubiladas más del mismo barrio que también soñaron durante treinta años con descansar del trabajo en la fábrica y hasta con viajar fuera de Uruguay, sueño que no pudo ser en su totalidad por la sencillez de la jubilación, porque el paisito era muy caro para vivir y porque, en resumen, no se llegaba al treinta de mes.
Pero para sintonizar con la abundancia, las tres le jugaban al treinta en la tómbola cada vez que cobraban la jubilación.