Mallorca y las Torres de Vigilancia
Dado que mis aficiones siempre han estado ligadas a las comunicaciones, este mes me gustaría poner sobre el papel cómo, con el paso del tiempo, ha evolucionado el intercambio de información entre las personas, pero no bajo un punto de vista técnico, sino desde la perspectiva de la huella que ha dejado en la historia de Mallorca la necesidad de comunicarse entre sus gentes.
Hoy en día, transmitir una información a cualquier parte del mundo resulta un hecho prácticamente cotidiano, siendo necesario un simple “click” en nuestro ordenador o una llamada con nuestro teléfono móvil para que esta comunicación se realice instantáneamente. Sin embargo, debemos ser conscientes de que este proceso no ha sido siempre tan sencillo.
Desde la Edad Antigua, el mar Mediterráneo ha sido un lugar muy peligroso por la presencia de piratas. Se tiene constancia de que, ya en la Edad Media, en la isla de Mallorca existían fortificaciones construidas a lo largo de toda la costa con el objetivo de alertar a la población ante la llegada de naves enemigas. Entre las más conocidas destacan las torres de Sant Elm en Andratx y de Canyamel en Capdepera o los castillos del Rey en Pollensa y de Santueri en Felanitx.

Si retrocedemos en la historia unos 600 años, nos encontramos en el mar Mediterráneo una situación política un tanto convulsa. La expansión del imperio otomano por el norte de África ponía, continuamente, en jaque a cada una de las plazas españolas del mediterráneo.
A partir de 1492, con el descubrimiento del nuevo mundo, los intereses comerciales de todos los países europeos empezaban a dirigirse hacia América. A pesar de todo, el mar Mediterráneo continuaba siendo foco de conflictos y una región muy inestable. El acoso y los ataques que los corsarios ejercían sobre los habitantes de Mallorca y sus naves provocaron que la Corona de Aragón se planteara una mejora en el sistema de defensa de sus islas.
Es en el siglo XVI cuando, por orden del Rey Felipe II, a las fortificaciones existentes se les fue sumando un conjunto de torres construidas estratégicamente a lo largo de toda la costa mallorquina. Según se cita en el Archivo del Reino de Mallorca, el Gran i General Consell (máximo órgano político administrativo del Reino de Mallorca entre 1249 y 1715) destinó 50 libras en 1586 para costear la construcción de una serie de torres entre la isla de Sa Dragonera y Pollensa. De estas edificaciones deja constancia el Archiduque Luis Salvador en su obra “Torres y Atalayas de Mallorca”, donde indica que se levantaron unas 1400 atalayas en diferentes puntos de la isla.

Fotografía de Lorenzo Gutiérrez
Fue el mallorquín Joan Baptista Binimelis i Garcia (1539-1616) quien diseñó los planos de las torres y creó el sistema de avisos y señales que deberían llevar a cabo los torreros en el momento que se avistaran naves enemigas. Sacerdote, geógrafo, médico y astrónomo; este ilustre personaje del Renacimiento mallorquín fue el primero en escribir un libro sobre la historia de Mallorca: “Historia del Reyno de Mallorca”.
Según el código creado por Binimelis, ante la llegada de barcos enemigos, las torres debían emitir señales de humo durante el día y, si la incursión era por la noche, dichas señales debían ser mediante fuego. Asimismo, diseñó un sistema para indicar el número de barcos avistados y su ruta.
Las intermitencias del fuego indicaban el número de naves avistadas, en caso de que el número de naves fuera superior a diez, se dejaba el fuego encendido durante quince minutos. El humo se producía sobre la terraza de la torre cuando se prendía fuego la hierba en un farol de leña.
Cuando una torre emitía una señal, esta era recibida por las dos torres contiguas situadas a ambos lados de ella, las cuales repetían la señal para que, sucesivamente, la comunicación se transmitiera de torre en torre a lo largo de toda la isla. Estos avisos llegaban a la Torre del Ángel en el Palacio de la Almudaina en Palma donde el Virrey ordenaba, si lo consideraba necesario, salir en ayuda de las poblaciones en peligro.

Las torres, salvo contadas excepciones, son redondas y constan de tres plantas: una cisterna en la parte inferior para la recogida de agua, una planta intermedia donde residían los torreros y una terraza en la planta superior donde se realizaban las señales. La puerta de entrada estaba bastante elevada y se accedía a ella mediante una escala de mano que se retiraba hacia el interior.
Este sistema de señales permaneció en uso hasta 1715, año en el que el rey Felipe V derogó las instituciones de Mallorca y decretó que el nuevo gobierno del territorio quedara subordinado al Consejo de Castilla.
Dada la relación histórica que estas torres han tenido con el mar Mediterráneo, desde hace cuatro años se realiza un encendido simbólico de todas ellas. La iniciativa tiene un doble objetivo: además de resaltar el valor del patrimonio histórico, cultural y paisajístico que representan estas construcciones para Mallorca, también pretende ser un alegato en defensa de los derechos humanos.
