María Antonieta
Dedicado a la reina María Antonieta
Llegaste a Francia,
como una gema exquisita.
Fuiste un ofrenda
de la Imperial Viena.
Y por un tiempo te convertiste
en la excelsa Flor de Lis.
De una Francia dieciochesca:
Lujosa,
refinada
rococó
ilustrada.
La estrella rutilante
que brilló en el firmamento
de un decadente Versalles,
fuiste Tú.
La más preciada hija de la
Emperatriz María Teresa.
Pero los hados nefastos
o el fatal destino,
te tenían reservado un sino
trágico y cruel. Imprevisible.
Viniste de Viena
para purgar en París,
los errores de siglos,
que tú no cometiste.
No, al menos tantos.
No, al menos todos.
Tú, que fuiste el hada
de los bosques de Versalles.
Tú, que fuiste la grácil pastora
de la más bucólica
aldea imaginada.
El viento escarlata
de la Revolución,
troco la celeste Flor de Lis
en cárdena flor de Pasión.
Oh Antonieta!
Qué pavor no reflejaron
tus inmensos ojos azules?
Cuando el acero
ensangrentado
de la guillotina,
cercenó implacable
el hálito postrero
de la más gentil,
la más donosa,
la más fascinante de las
Reinas de Francia.
Ilustración: María Antonieta en un retrato realizado por Élisabeth Vigée Le Brun en 1778