Metrópolis, siempre lo más caro
En 1927 se estrena “Metrópolis” a la que posteriormente se le otorgará el merecido título de obra maestra del cine mudo. De hecho fue la primera película en tener la categoría de “Memoria del Mundo” entregada por la UNESCO. Posteriormente, esa categoría, también se le otorgaría a películas tan significativas como los filmes documentales de los hermanos Lumière; “Los olvidados” de Luis Buñuel en 1950 o “El mago de Oz” de Victor Fleming en 1939. Estos compañeros de viaje, hacen entender la importancia de esta categoría y el hito de ser la primera en la historia en conseguirlo.
1927, un año para recordar
Es destacable, que en ese mismo año, concretamente el 6 de octubre de 1927, también se estrenó “El cantor de jazz (The Jazz Singer)”, considerada la primera película sonora de la historia del cine.
Puede ir apreciando el lector, que el año 27 venía cargado de futurismo y de innovación tecnológica. Tanto es así, que nada más empezar el año, el día 1 de enero, nos encontramos con la primera emisión de la BBC en Londres. Poco después, el 7 de enero se realizó la primera llamada telefónica trasatlántica entre Nueva York y Londres. Un año, también para el recuerdo en lo que se refiere a la cultura, no podemos dejar de pensar en que fue precisamente el año en el que nació la “Generación del 27”.

Metrópolis, la película
Y en este estado de cosas, Fritz Lang se decide a dirigir una película futurista llamada “Metrópolis” , escribiendo el guión junto a su esposa Thea von Harbou, inspirándose, precisamente, en su novela escrita el año anterior.
La suma de guion, fotografía y dirección dio como resultado una película considerada como una obra fundamental y más representativa del expresionismo alemán en las artes cinematográficas. Y no es para menos, porque está plagada de imágenes bellísimas y espectaculares y sobre todo muy diferentes a lo que se había visto hasta el momento, todo preparado para el público más contemporáneo: el paisaje, los trabajadores y las máquinas, el robot… dibujando así, un escenario apocalíptico de un lejano año 2026.

Soslayando el hecho de que da miedo que se hable de una fecha tan cercana a nuestros días, lo cierto es que Metrópolis nos ofrece una nueva visión de las películas futuristas, ya que el escenario dibujado en ese lejano 2026 no es mejor al que se vivía en 1927, al contrario, es un futuro mucho peor en cuanto a condiciones sociales y políticas, algo muy diferente al tratamiento que hasta ese momento había recibido el género de películas futuristas. A pesar de que no hay que olvidar que estamos en un Berlín prehitleriano, agitado por los gravísimos problemas económicos y políticos que posibilitarían el nacimiento del nacionalsocialismo y el estallido de la segunda guerra mundial. Pero el escenario de Metrópolis es mucho peor, incidiendo, a la vez, en la clásica “lucha de clases”. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases: los ricos, a los que pertenecen los medios de producción y por tanto ostentan el poder y viven encima de la superficie en grandes espacios arquitectónicos diáfanos y repletos de jardines; y los obreros, que trabajan para mantener los lujos de la clase dominante, en una especie de gueto, bajo la ciudad, en el subsuelo y en condiciones infrahumanas.
La película fue en su día una gran superproducción de la potente productora alemana UFA, además de un fracaso de taquilla. El rodaje de Metrópolis fue uno de los más costosos en los orígenes del cine. Fritz Lang contó con una gran cantidad de extras, nada más y nada menos que 27.000 y se filmaron cerca de 620.000 metros de película, en 310 días y 60 noches.
Un antes y un después del cartel de Heinz Schulz-Neudamm
El cartel de la película fue encargado al artista gráfico alemán Heinz Schulz-Neudamm y es una litografía de 92,7 x 205,7 centímetros. Después de todo lo explicado acerca de las imágenes y el propio argumento, no es difícil entender que existieron varias versiones del cartel, imágenes y tarjetas de presentación, producidas por Ufa y Paramount, productoras asociadas en el lanzamiento inicial de la película en los años 27 y 28.
En cuanto a la composición del cartel, no se quedó atrás y hace verdadero honor a esta obra maestra que es Metrópolis. Vemos a la mítica María en el tercio inferior de la imagen, dirigiendo nuestra mirada hacia ella mediante las líneas que nacen en el título de la película y que dan forma a la impresionante y sobria arquitectura de las zonas altas de la ciudad en la que se ambienta la historia de la película.

Hoy en día, muchos diseñadores utilizan una combinación similar entre art deco y futurismo. Pero en el cartel de Metrópolis se prescindió del formato estándar que debe tener un cartel al dejar libre un gran espacio entre el título y la figura en primer plano.
Y hablando del título, otra de las cosas que llaman la atención de este cartel es la tipografía, como no, típica del art decó y que ahora es muy apreciada entre los coleccionistas y galerías de arte. Tipografía de líneas rígidas y sencillas, que logran un estilo futurista, vigente aún en nuestros días.
Por lo demás, Metrópolis recuerda muchas veces a escenarios de esa maravillosa película, también alemana El gabinete del doctor Caligari, estrenada en 1920 y dirigida por Robert Wiene. Sin duda una década en la que el cine alemán nos regaló unas obras bellas y diferentes, a las que se sigue guardando en nuestros días, un merecido respeto.
El cartel más caro de la historia
Tal y como indica el título, Metrópolis siempre está rodeada de cifras astronómicas: su rodaje, sus pérdidas y también el precio al que se vendió su mítico cartel.
Empecemos por señalar que sólo se conservan cuatro copias de los carteles de Metropólis: una se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma); un segundo cartel está en el Museo de Cine de Berlín; un tercero pertenece a una colección privada y el cuarto y último fue el vendido en una subasta de Sotheby’s por 690.000 dólares, convirtiéndose así en el cartel más caro de la historia. Fue adquirido por el coleccionista de California Kenneth Schacter.
Pero Schacter se vio obligado a venderlo junto a otros ocho carteles más, después de declararse en bancarrota. Y nuevamente, el dispendio rodeo a Metrópolis. Esta vez, el cartel se vendió por 1,2 millones de dólares a un coleccionista de recuerdos cinematográficos, Ralph DeLuca que además es propietario de una empresa de artículos de cine con sede en Nueva Jersey, llamada Movie Archives. La puja por el lote de carteles comenzó en 700.000 dólares. DeLuca superó a la poderosa Heritage Auctions.
Pequeños homenajes a este gran cartel
El cartel y las imágenes de Metrópolis se han ganado un puesto de honor en nuestras vidas y en este nuevo siglo. Se han hecho múltiples homenajes desde diferentes disciplinas: pintura, ilustración, arquitectura, cine. Pero me gustaría destacar dos que reflejan la impronta que ha dejado en todos nosotros la estética de Metrópolis.
En primer lugar hablaremos del homenaje a Metrópolis realizado por el artista urbano y diseñador gráfico belga Strook, concretamente al cartel de la película. La obra la ha realizado en un enorme ventanal (3×6 metros) de la fachada del centro cultural Concertgebouw en Brujas (Bélgica), y muestra al personaje central del cartel de la película, la mítica María.

En segundo lugar, el homenaje viene desde Londres, del estudio de diseño llamado La Boca, que ha creado un nuevo cartel de la película a petición de la Dark City Gallery para celebrar el 90 aniversario de la película. Como se puede apreciar, el cartel es un guiño al original, pero es, en realidad, una nueva creación, ya que aunque en el centro vuelve a aparecer María, como el alma de Metrópolis y su estética, a diferencia del cartel original, aquí nos faltarían los edificios y la particular tipografía en el título. El estudio ha hecho cuatro versiones diferentes, con cuatro colores: blanco y negro, amarillo, verde y rojo, aunque a día de hoy están los cuatro agotados.

Esperemos que la vida de Metrópolis no acabe aquí y que siga siendo fuente de inspiración para nuevos artistas y diseñadores.