No eran simios, eran hombres

Tuk estiró el cuerpo -recio, fuertemente musculado y algo achaparrado- y agitó la cabellera pelirroja en la entrada de la cueva, apenas estaba amaneciendo y adentro aún dormían todos. Le gustaba ese momento del día. Aún no había comenzado la actividad diaria, las mujeres dando de mamar a los críos o avivando el fuego para asar algunas de las piezas que se despedazaron ayer. El grupo de cazadores habían estado varios días fuera, siguiendo a una manada de ciervos que su padre descubrió en uno de los valles del norte y había sido una caza abundante. Volvió con un par de machos de gran tamaño, que les procuraría alimento cuando comenzara la época de lluvias. Ya quedaba poco, muchos árboles empezaban a cambiar el color de sus hojas. Los animales eran realmente hermosos, con grandes cuernos de enorme envergadura; quizás alguno acompañara al padre del padre de su padre cuando le enterraran. Ya lo vería.

Aprovechó el silencio y la quietud del momento y decidió que se acercaría hasta el mar. Bucearía un rato y cogería almejas para comerlas hoy y con suerte, alguna nécora y un puñado de cangrejos de las rocas. También podría encontrarse con su delfín, y jugar con él mientras buceaba. La primera vez que se le acercó, él aún era muy pequeño para poder cazarlo y el animal se acostumbró a su presencia. Era muy divertido verlo hacer cabriolas a su alrededor. Cuando comenzó a bajar con los adultos para cazar focas o lo que encontraran, sintió miedo de que se acercase al verle y lo mataran. Inventó un sonido agudo y le enseñó que al oírlo debía alejarse de la playa; le costó muchísimo tiempo, pero lo había logrado.

Mientras caminaba, con un balanceo característico de sus cortas y robustas piernas, no dejaba de observar a su alrededor por si alguna fiera se le acercaba. No solían aproximarse a esa zona tan cercana al mar, pero no estaba de más vigilar su entorno, iba sin armas y sus piernas no le permitían la velocidad suficiente para alejarse del peligro. Podía recorrer montes y planicies durante días, pero sin correr. Así sólo aguantaba una distancia demasiado corta. Y no quería que le pasase como al padre del padre de su padre; un bisonte le sorprendió en mitad de la dehesa y de una cornada le dejó tuerto. Se acabó la caza para él y desde entonces debía ser alimentado como si fuese un niño; pero era un hombre muy sabio y con su gran experiencia les servía de guía y consejero.

Porque su clan siempre estaba en constante movimiento y habían recorrido muchas tierras hasta llegar al lugar donde ahora habitaban. El clima era cada vez más frío y los territorios por donde pasaban estaban ocupados por otras tribus que parecían bastante hostiles. Incluso habían avistado a unos hombres muy extraños: de piel muy oscura y mucho más altos que ellos, que formaban grupos con muchos más individuos -pero muchos, muchos- que ellos y portaban unas hermosas armas que derribaban a los animales desde distancias muy grandes. Llevaban los cuerpos cubiertos con pieles de osos o lobos, y parecían que realmente les quitaban el frío. Los envidió y sintió un fuerte deseo de tenerlas para él y su familia; uno de esos días la niña pequeña enfermó, su cuerpecillo no estaba hecho para aguantar esas temperaturas tan gélidas. Su madre raspaba la corteza del sauce y la machacaba con granos de avena, hasta conseguir una pasta que metía en la boca de la pequeña. De nada sirvió y la niña murió a las pocas semanas. El recuerdo le entristeció.

Por fin llegaron a esta tierra y encontraron esa cueva, que no olía a nada, sólo a roca y tierra. No había rastro ni de animales ni de personas. Muy espaciosa, con suficientes cavidades para hacer zonas: la de despedazar y conservar la carne, la de dormir, la de hacer el fuego para cocinar, la de trabajar garras y plumas para adornos. Tenía una entrada relativamente pequeña, para controlar a las fieras o enemigos durante la noche y al fondo, una estrecha rampa que bajaba hasta otra pequeña estancia, que usaban para enterrar a los muertos. No querían dejar los cadáveres al alcance de los carroñeros. Fue un hallazgo venturoso pues su madre y alguna otra mujer estaban a punto de parir y la época de las lluvias se acercaba y después vendrían los fríos.

Y allí se instalaron hace ya un montón de estaciones. Su madre provenía de la costa y hasta ahora no había tenido la oportunidad de mostrar sus habilidades. Ella les enseñó a pescar salmonetes y anguilas, y cuando los vio conocedores de las técnicas de pesca, natación y buceo entonces les aleccionó para atrapar a los ejemplares más grandes como focas, delfines y atunes. Todo un festín y sin tener que caminar durante días y días. Los pequeños aprendieron a coger cangrejos, nécoras, bueyes de mar y mejillones en las rocas; una actividad divertida con la que lograban sabrosos alimentos.

Tuk paró los recuerdos para rememorar la última reunión con su padre y el padre del padre de su padre. Le recordaron que ya era hora de pasar al mundo de los adultos. Pintaría su cuerpo de rojo y negro, formando dibujos según le dictara su pensamiento. Y así acicalado, cazaría una de las grandes aves, una de esas que habitan en lo alto de los acantilados y montañas, un águila, un pigardo o un buitre, mejor si las plumas eran de color negro. Debía disecarla y sacar cuidadosamente todos los tejidos para que finalmente las plumas formasen una capa de plumas. Ese sería el regalo que llevaría para ofrecerle a la familia de su futura mujer. ¿Quién sería ella? Bueno, para eso su padre viajaría en busca de alguna otra tribu que tuviera una hembra, mayor que él, y que quisieran emparentar con ellos.

No se atrevía ni a comentarlo, pero le encantaría que fuese una de esas mujeres de piel oscura, alta y esbelta, una de esa tribu extraña que vieron en el camino.

Y así, entre recuerdos y pensamientos llegó junto al mar. Se lanzó de cabeza y buceó entre las burbujas que él mismo había creado con su zambullida.

primeros hombres

Espero que me perdonéis la osadía de inventarme un cuento para narrar un poco de la vida de los neandertales. Si existiera un ranking de popularidad entre los artículos publicados en los diarios, este sería sin dudas el tema de 2021. Arqueología y paleontología han dado un salto de gigante para convertirse en ciencias multidisciplinares con el refuerzo y la colaboración de químicos, biólogos, genetistas, neurólogos, etc. Después de muchos años de trabajos de campo, cada mes, incluso cada semana, encontramos nuevos hallazgos que están transformando y volteando todo lo aprendido hasta ahora sobre la evolución de nuestra especie. ¿Por qué nos interesa tanto? Como comenta el paleoantropólogo Juan Luís Arsuaga: “Nos fascinan por la misma razón por la que nos fascinan las novelas de ciencia-ficción: porque son otra versión de nosotros… Representan otra manera de ser humanos y eso es algo que nos cuesta mucho imaginar”

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Y es que existe una gran corriente en esta disciplina, a la que le falta pocos pasos -y vencer la mentalidad de algunos científicos que están anclados casi en la ciencia del siglo XIX- para convertirse en tesis definitiva, de que los neandertales no son una especie de homínidos, precursores del Homo sapiens sapiens sino un humano más arcaico y por eso han cambiado la denominación de Homo neandertalensis (correspondiente a una taxonomía animal) por Homo sapiens neandertalensis. El defensor principal de esta teoría es el paleoantropólogo portugués João Zilhão, pues para él es evidente después de llevar más de 20 años en excavaciones y haciendo descubrimientos. Si dos especies distintas se cruzan y tienen descendencia (como una yegua y un asno dan un mulo/a), esta será estéril. Bueno, pues ya sabemos que los sapiens se cruzaron con los neandertales y tuvieron descendencia que no era estéril; basta señalar que actualmente los humanos no africanos llevamos entre un 1% y un 5% de ADN neandertal en nuestro genoma. El profesor Zilhão no encuentra motivo para afirmar que fuesen seres inferiores, ya que incluso fueron los primeros en pintar arte rupestre. A esta característica tan humana (revela un pensamiento simbólico propio de nuestra especie) podemos añadir que enterraban a sus muertos, fabricaban adornos, usaban plantas medicinales, tenían un lenguaje, cuidaban a los enfermos y a los ancianos y tenían dominio sobre el fuego, llegando a fabricar antorchas para iluminarse en la oscuridad.

La gran incógnita que queda por despejar sobre ellos es su rápida extinción. Después de llevar poblando el continente europeo más de doscientos mil años, hace 40.000 años desaparecieron sin dejar rastro. Hay muy diversas hipótesis al respecto (la mala salud, competencia con los sapiens, cambios climáticos…) pero es un tema al que recurriré en un futuro, por si en este tiempo aparecen más indicios que favorezcan a alguna (o a más de una) hipótesis.

Por cierto, y como apunte curioso -al menos para mí-, existen investigaciones que han establecido relaciones de la herencia neandertal con enfermedades y dolencias como la diabetes tipo dos, la enfermedad de Crohn y el lupus.

Nos vemos el próximo mes, noviembre, el de nuestro segundo aniversario. Muchas gracias por colaborar en que este evento sea posible.

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Fuentes y Referencias -ABC (Judith de Jorge, Daniel García Martínez, Asier Gómez-Olivencia, Emiliano Bruner, Eduardo Mayoral Alfaro, Ana Alexandra Guerreiro dos Santos, Antonio Rodríguez Ramírez, Ignacio Díaz-Martínez, Jérémy Duveau, Juan Antonio Morales, Ricardo Díaz-Delgado, João Zilhão, Erik Trinkaus, Patricia Biosca, Henry Breuil, José Ramos, José Ramos, Pedro Cantalejo, Aida Gómez-Robles, Pasquale Raia), BBC (Thomas Higham, Jesús Jordá, Hervé Bocherens, Dorothée Drucker, Tony Copra, Corine Simonti, Marcia Ponce de León, Clive Finlayson, Stephen Wroe, Marie Soressi, Chris Stringer, Anna Degioanni, Rebecca Wragg Sykes, María Dolores Cobo, Ana Mateos,  Zaria Gorvett, Laura Weyrich, Ville Pimenoff), CSIC (Antonio Rosas, Carles Lalueza‐Fox, William Rendu, Alejandro Bonmatí, Sergi Castellano, Hernán A. Burbano, Markus Bastir), El Diario.es (Antonio Rodriguez-Hidalgo), El País (Guillermo Altares, Raquel Pérez Gómez, Geraldine Finlayson, Antonio Rosas, Svante Pääbo J. H. Rosny, Jean-Jacques Annaud, Jean M. Auel, William Golding, Lluís Quintana-Murci, Jean-Jacques Hublin, Clive Finlayson, Yuval Noah Harari, Wragg Sykes, Juan José Millás, Juan Luis Arsuaga, Bienvenido Martínez-Navarro, Trine Kellberg Nielsen, John Lanchester), La Vanguardia (Cristina Sáez, Cristina Sáez, Daniel García-Martínez), National Geographic (Cristina Crespo Garay, Juan José Negro Balmaseda, Guillermo Blanco, Antonio Sánchez-Marco, Miquel Crusafont, David Llobet, Rosa M. Tristán), SINC (Diego Salvadores, Svante Pääbo, Silvana Condemi, Stéphane Mazières), Universidad Complutense (Manuel Martín-Loeches, Antonio García-Tabernero, Ángel Peña Melían, Antonio Rosas, María Milán García, Xiomara Cantera), 20 minutos (Marta Navazo Ruiz, Alfonso Benito Calvo, Rodrigo Alonso Alcalde, EFE, Dirk Leder, Silvia Bello, Aleix Eixea, Joseba Ríos-Garaizar, Domingo Carlos Salazar, Robert Power, Amanda G. Henry, Antoine Balzeau, Asier Gómez-Olivencia), Wikipedia (P. Thomas Schoenemann, David R. Begun, João Zilhão, Erik Trinkaus, Felipe du Souich Henrici, Christian Rätsch, Jacques Van Heerden, John W. Bennett, Nicolás Jouve de la Barreda, Milford Wolpoff, Diarga Ousmane Bakary Bâ, Susan B. Martínez, Christoph Wulf, Gary T. Schwartz, Robert G. Bednarik, Frederick S. Szalay, Eric Delson, Robert Jurmain, Lynn Kilgore, Wenda Trevathan, Russell Ciochon, Alice Beck Kehoe, Timothy Darvill, Dean Falk, Enrique Baquedano, Michael Paul Jordan, Clive Finlayson), Xataka (Cristian Rus)


© Carmela Pérez Nuñez

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