Ojepse la etnerf sadlapse eD
Abanimac ed sadlapse orbil ne onam. Mano en libro, espaldas de caminaba. Caminaba de espaldas, libro en mano. Hablaba una extraña lengua, tal vez en la que estaba escrito aquel viejo libro. Se le veía intentando ubicarse como el cursor en la pantalla, unas veces se deslizaba imperceptiblemente, otras a saltos entrecortados, a trote torpe, o como el UNDO,

ese comando de magia, o genio diablo que nos rescata el texto borrado, escrito en un lapsus mental, o trasteado por el inoportuno omnisciente autocorrector. Era todo un espectáculo verle transitar por bulevares, plazas, parques, parterres, consciente de su propio espacio personal a todos esquivaba con elegancia y cortesía. Pues a nuestro Quidam en cuestión, pasado un tiempo, todos en el condado se acostumbraron a su presencia y le saludaban como a uno mas. Y hasta algunos ya de tanto escucharle comenzaron a descifrar con simpatía algunas de sus frases al viento mientras leía.

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