Para Zarpa de Carmen Nöel
He soñado tantas veces que estarías por aquí
que hay un rincón que ya guarda tu sombra
y hay un eterno soplido detrás de la puerta
en el que habita perennemente nervioso tu hocico
para recibirme.
Jamás se va.
Hay una rama que suena cuando la agita el viento
como sonaba tu nombre al rozarlo mi voz.
Y hay un olor que renace al acariciar tus juguetes
como cuando estabas tú.
Hay una nube,
justo a la puesta del sol,
que guarda exactamente la inconfundible silueta de tu perfil.
Y hay tantas cosas que parten de ti y van hacia ti
que me parece que tu mirada se ha transformado en una mariposa invisible
que habita más allá del tiempo
desbaratando todo
como hiciste tú.
Te he llamado tantas veces al despuntar la luz
que ese gorrión que viene a beber cada día y se asoma a nuestra ventana
me recuerda a ti.
Así te llamaba yo… mi gorrión…
Mi preciosa princesa de ojos color de miel.
¿Has podido encontrar el secreto que guardan la luna y el sueño?
Sé que el círculo de tus noches fue completado y ya no podías quedarte más.
Debías irte y te dejé partir.
Pero quiero que sepas que sé
que hay una senda secreta que aún solo conoces tú
por la que a veces te asomas para jugar conmigo
y me dejas
una montaña de globos, un puente hacia el arco iris,
una pelota loca que al llegar a mis pies permanece un instante y se va,
un amanecer de lluvia.
A veces,
un pedazo de tu inconfundible olor salta de una manta,
un sonido de pasos familiares desde un rincón,
un recuerdo especial,
una misteriosa sombra,
un ladrido vago,
un pedazo de sol,
un atardecer como un grito,
o una costelación de estrellas.
A veces,
respiro tu nombre y sé que sigues ahí, despierta en tus sueños,
en alguna parte,
y el recuerdo de tu piel me empuja al lugar donde dicen que esperan
los que te amaron profundamente, sin saber por qué,
y entonces comprendo que he vuelto de nuevo a casa.
A veces,
encuentro que alguien ha dejado allí galletas con forma de pezuña o de hueso
o de corazón
y el cielo resurge y crece de la misma forma que solía hacerlo
cada vez que estábamos juntas tú y yo.
A veces,
aunque sea invierno,
si yo te invoco traes primavera,
y traes montaña
y silencio
y tiempo
y plenitud vital
y lenguaje ancestral y profundo
y el secreto más grande de todos los secretos.
A veces, desnuda en el abismo de la soledad
reconozco un latido profundo y un tibio abrazo que colma todos los abrazos.
Porque a veces,
todavía, a veces,
aunque ya no estás,
me sigues dejando motivos enormes como castillos para seguir en pie
y sonreír
y un lamido de mar me acaricia de pronto, sin yo esperarlo,
y me colma de esa humedad con alma
con la que solo tus ojos hablaban
y solo tus besos tenían.
© Carmen Nöel
Imagen de Mert Özbağdat en Pixabay