Poema XLVII
Los cielos tan azules,
tan desolados.
Las luces del otoño,
de atardeceres rosados.
Los días saltan a los ojos,
adentro, del alma que lleva a solas,
todos los ocasos.
La mirada atenta,
los oídos sordos al ruido,
al parloteo sin sentido de los sentidos
que es tan solo pasajero.
Mirar y traspasar la mirada,
el paisaje es una secuencia mas del camino,
lo mucho por correr o galopar incesante,
es una ilusión de hacer el camino,
eso no fue lo que vivió Machado,
cuando creyeron echarle…
No todos se van,
ni todos son compañía,
intento descifrar el día que me sigue
como la nube
o la burbuja
transparente
imperceptible en el aire,
interrumpir el silencio
justo cuando a solas
te quedas, es imperdonable :
A cada rincón
llevo mis soledades
somos multitud.
En un respirar
la noche desvanece
todas mis huellas.
Observo quieto
al cerrar las ventanas
mi mundo es bello.
Estar a solas
la noche, su silencio
en mi butaca.
Somos multitud
amo mis soledades,
una por una.
© José G. Santos Vega
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