Por decisión ajena de Edgardo Romero
Recuérdame, mi buen amigo,
que nosotros nacimos por decisión ajena,
porque así se consumó un amor
existiendo otras muchas maneras.
Si mi madre me hubiese hablado
de esto que llaman vida y
no solamente de sus ganas inauditas
de besarme las mejillas,
probablemente me hubiese asomado
a las paredes de su vientre
como escondido bajo floreadas cortinas,
para entender finalmente
de lo que hablaban mis otros
compañeros de esperma
antes de echar andar carrera.
Si ella me hubiese advertido
que hay un momento en el que dejamos
de ser humanos para convertirnos
en un animal salvaje y/o destructor,
a veces mecánico parecido a un robot,
que camina de un punto x hacia un punto y,
yo le hubiese dicho
“No, mujer ‘tonces ¿para qué?”
Me hubiese convertido, pues
en un coagulo de sangre semi ahogado,
ya que de todas formas así como se vive se muere
y todo está predeterminado.
…Recuérdame, mi buen amigo,
que nosotros nacimos
porque otros así lo desearon.
© Edgardo Romero
Imagen de Trandoshan en Pixabay