Regalo o condenación
Una de las peculiaridades más importantes que poseemos los seres humanos, es que somos capaces de mostrar una variedad tan inmensa como la propia naturaleza que nos ha creado. Según circunstancias y entornos, lo que para algunos puede llegar a convertirse en el regalo más grande de todos los tiempos, para otros puede ser la condenación más aterradora.
Hablo de la vida.
La vida como experiencia transitoria.
Considero que para entender que realmente la vida es un regalo, hay que ser conscientes de que no existen ni el cielo, ni el más allá, ni los planos de consciencia superiores que desafían las leyes del universo. Una vez. Y nada más. Solo así podemos ser conscientes de lo que estamos experimentando al existir. Obviamente nuestra civilización se encarga a diario de ponérnoslo endiabladamente difícil, de entorpecernos a la hora de apreciar el hecho de sentir la vida como la esencia definitiva. Algunos nos dejamos llevar por nuestros alrededores, otros nos lo complicamos a nosotros mismos… A veces un poco de ambas.
Pero sin duda alguna, cuando uno mejor se percata de que la vida verdaderamente es un regalo, es cuando se van los que quieres, los que durante tantos años te hicieron feliz y no pidieron nada a cambio, los que te fueron leales hasta el final, los que nunca imaginaron una vida sin ti, y tú sin ellos. En ese momento, bajo una ingente cantidad de lágrimas y un insidioso duelo, dices: “joder, qué feliz he sido” Y ahí te das cuenta, incluso con el lacerante dolor asediándote a cada minuto, de que su vida fue un regalo, y la tuya también, porque fuisteis tan felices juntos, que el resto de la humanidad no importó en absoluto, solo vuestro cariño y vuestro amor, solo el vínculo tácito que nada ni nadie pudo llegar a romper jamás.
Pero entiéndame usted, no nos dejemos llevar por el misticismo y las palabras fáciles, no somos eternos.
Entiéndete, no somos eternos.
No hay cielo, no hay infierno, no hay más allá… porque ese es el invento de unos pocos. Las cosas ocurren por casualidad porque no hay nadie que las mueva, porque ese es el invento de unos pocos. ¿Qué pasa? ¿Solo las especies inteligentes se merecen un más allá por el mero hecho de haberlo concebido en su cabeza? ¿Qué es una especie inteligente? ¿Dónde está el punto y quién lo marca?
Al final, solo los que se inventan “las otras vidas” parecen ser merecedores de ellas. Si hay un cielo, ¿es para todos? ¿O esto solo empieza a funcionar a partir del homo sapiens? ¿Y el resto de especies? Oiga, que los orangutanes o los delfines son tremendamente inteligentes, ¿eh?
No, hermano/a, no somos eternos, ni tampoco lo será nuestro legado cuando todo acabe de una u otra manera.
Lo que sí podemos hacer durante nuestra fugaz existencia, es encontrar el regalo de la vida en la felicidad que nos traen el resto de seres que viven a nuestro alrededor, porque solo a través de los que te hicieron feliz, serás capaz de valorar la verdadera magnitud de este regalo.
© Daniel Borge
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