Renoir

Renoir era el pastor alemán de un amigo pintor. Los dos vivían en un pequeño departamento en el barrio porteño de Belgrano.

Una tarde mi amigo pensó que los paseos con correa por las estrechas veredas de la Avda. Cabildo no eran suficientes para el perro; fue así que planificó un día diferente para ambos.

El sábado temprano de un mes de abril condujo hasta Miramar con su compañero en el asiento trasero y al llegar a la playa abrió la puerta del Fiat Uno por la que Renoir salió de un salto.

Sus patas tocaron la arena y las olas, mientras las gaviotas lo observaron desde arriba graznando ruidosas como si quisieran advertirle algo.

Él corrió. Desesperado de alegría, con la lengua afuera; y su pelaje se empapó de agua salada y sol y brisa marina. Corrió como si fuera la última vez, sin mirar atrás, a puro galope bestial y no escuchó, o no quiso, la voz del amo que lo llamaba.

Cayó fulminado como si un rayo lo hubiera alcanzado, su corazón explotó. La libertad bebida de un sorbo puede resultar peligrosa.


Obra de Josephine Maldonado

Algunas noches sueño con Renoir, sueño que soy el pastor alemán de mi amigo pintor.

Puedo ver mis patas peludas corriendo veloces dejando huellas en la arena mojada. Siento el palpitar desbocado de mi corazón; y miro la playa desolada que se abre ante mí con su inmensidad sin límites, sin vallas, sin trampas, generosa e insondable. Una felicidad absoluta recorre mis venas a raudales, escucho voces que me llaman creyéndose mis dueñas y corro más rápido; hasta hacerme invisible, inalcanzable, inexistente para los demás. Abro bien mis ojos para comer vorazmente el horizonte infinito y me convierto en mi propio secreto.

Una parte de mí siempre está consciente y sabe que, inevitablemente,  mi corazón explotará en mil fragmentos como le pasó a Renoir y corro más fuerte porque la libertad bebida de un sorbo suele ser peligrosa pero no me importa.

Esas madrugadas despierto sin aliento en mi pequeña cama, en mi pequeña habitación de mi pequeña vida sintiendo la sal en los labios y el cabello húmedo y el corazón agitado.

© Texto e imágenes: Josephine Maldonado

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