Retrato de Théodore Duret
Hay personas que son innovadoras y transgresoras. Esas personas crean movimientos y hacen, en definitiva, que el mundo avance. Sin embargo, en el camino a esos nuevos tiempos, pasan en la mayoría de los casos, momentos de extrema soledad e incomprensión. En esta ocasión, no voy a hablar de la historia de un cartel, sino de un cuadro que expresa muy bien lo que estoy exponiendo. Hoy mi querido lector, vamos a hablar de impresionismo.
La Academia Francesa, el Salón de París y el Salón de los Rechazados
En la Francia del siglo XIX, los académicos de la Academia Francesa decidían los pintores que exponían y los que se quedaban fuera del Salón oficial, llamado el Salón de París.
Esta elección era de suma importancia para los artistas, que trabajaban en París, pues era la única forma para poder construir su carrera artística. El hecho de ser elegidos por los académicos para formar parte de esta exposición anual, era una forma, no solo de darse a conocer, sino también de ser reconocidos por marchantes y mecenas del arte.
Pero algunos de los pintores que luego se denominaron impresionistas eran rechazados cada año. Tanto es así, que ya en 1863, Napoleón III creó El Salon des Refusés.
El Salón de los Rechazados era un espacio que albergaba la exposición de las obras rechazadas por el jurado del Salón de París.
Sin embargo, esta solución lejos de ayudar a nuestros artistas se convirtió en un calvario, dado que el Salón de los Rechazados, era objeto de mofa y de las más delirantes críticas en los diarios importantes.
Este es el caso del cuadro Le Déjeuner sur l’herbe de Manet que fue rechazado en el Salón de París, y fue uno de los primeros en ser aceptado en el Salon des Refusés, obteniendo bastantes críticas por parte del jurado debido al contraste del desnudo de la mujer y los dos hombres que la acompañan. Más tarde, este cuadro se consideró como el precursor del movimiento impresionista, ya que está realizado con pinceladas rápidas y directas.
Este era el estado de las cosas para unos jóvenes pintores, que se atrevían a rechazar las normas artísticas imperantes y que estaban construyendo lo que más tarde se conocería como uno de los movimientos artísticos más importantes: el impresionismo.

Duret y Manet
Manet y Théodore Duret se conocieron en Madrid. En realidad, Manet era un gran amante de España y le gustaba viajar hasta Madrid para estudiar a los grandes maestros como Velazquez o Goya. Como no, su encuentro se produjo en el Museo del Prado.
Duret era un gran amante del arte, pero no pintaba. Era representante de coñac aunque cuando viajó a París empezó a dedicarse al periodismo. Como le gustaba tanto la pintura empezó a hacer críticas artísticas, defendiendo las obras de su amigo Manet.
Por esta razón, Manet le quiso obsequiar con un retrato con unas tonalidades que recordaban al barroco español, como homenaje a las conversaciones que ambos habían tendido en el Museo del Prado.

Duret, estaba muy ofendido del trato que recibían no solo Manet sino otros pintores impresionistas que también eran sus amigos como Pissarro o Monet. Así que cuando recibió el regalo de Manet, le propuso una especie de juego. Le solicitó permiso para borrar su firma, que estaba en una zona iluminada del lienzo. Duret pretendía que esa burguesía que se obstinaba en no reconocer el talento de Manet no pudiera saber de quién era el cuadro, y así pudiera emitir un juicio objetivo. Quería presentarla como una obra de… uno de los artistas conocidos del Salón.
El plan que seguía era que una vez admirado debidamente el cuadro, pensaba revelar el nombre del verdadero pintor, confundiendo así a los detractores, obligándoles a reconocer el verdadero talento de Manet.
Manet consintió en firmar su obra al revés, lo que dejaba su nombre prácticamente indescifrable, junto al bastón con el que se señala de manera ostentosa.

Exposición de los impresionistas
Tener que inventar este tipo de tretas, nos puede hacer pensar en cómo estaban las cosas, y lo peor es que no mejoraron en los años siguientes. Los académicos y la burguesía con el dinero para promocionar a estos autores, seguían sin estar dispuestos a reconocer esta nueva manera de pintar, que se alejaba del realismo tradicional.
Así fue como llegamos a la primavera de 1874, en la que un grupo de pintores, entre los que figuraban nombres tan notables como Monet, Renoir, Pissarro, Sisley, Degas, Cézanne y Berthe Morisot, decidieron desafiar a los costumbristas y en lugar de hacer una exposición en el Salón oficial, montaron y sufragaron su propia exposición.
Pero aquí tampoco tuvieron el beneplácito de la prensa.
John Rewald en su maravillosa obra “Historia del impresionismo”, transcribe el artículo de Louis Leroy que dio nombre a este movimiento artístico. Este nombre nace a partir de uno de los muchos comentarios despectivos que hace el periodista, concretamente ante el cuadro de Claude Monet “Impresión, sol naciente”.

Este artículo es muy descriptivo de lo que sentían los oficialistas de la época del nuevo movimiento. A continuación se reproducen algunas partes, relativas a dos de los artistas que expusieron: Renoir y Monet. El artículo es larguísimo pero en ningún momento deja su estilo mordaz y malintencionado.
El 25 de abril apareció en el Charivari un artículo firmado por Louis Leroy que, bajo el título “Exposición de los impresionistas” resumía a la vez la actitud de su autor y la del público en general.
“¡Oh! ¡Qué día más duro –escribía el crítico-, aquél en el que me aventuré por la primera exposición del boulevar des Capucines acompañado de Joseph Vincent, paisajista, alumno de Bertín, con medallas y decoraciones de varios gobiernos!. El muy imprudente había venido sin pensar mal; creía que iba a ver pintura como la que se ve en todas partes, buena y mala, más mala que buena, pero que no atentara a las buenas costumbres artísticas, al culto de la forma y al respeto por los maestros. ¡Ay, la forma! ¡Ay, los maestros! Ya no hacen falta, amigo. Todo eso, lo hemos cambiado.
Al entrar en la primera sala, Joseph Vincent recibió el primer golpe al ver la Bailarina de Renoir.
“Qué lástima –me dijo-, que el pintor con cierto sentido del color, no dibuje mejor: las piernas de la bailarina son tan flojas como la gasa de los faldellines.”
“Le encuentro a usted muy duro con él –repliqué-; al contrario, ése es un dibujo muy ceñido”

Por desgracia, cometí la imprudencia de dejarle demasiado tiempo delante del Boulevard des Capucines, de Monet.
«¡Ja, ja! -río por lo bajo mefistofélicamente-, ¡muy logrado éste…! Aquí sí que hay impresión o yo no entiendo…. Sólo que, dígame por favor ¿Qué representan esas numerosas manchistas negras en la parte inferior del cuadro?»
«Pero -contesté- si son los que se pasean»
«¿Cómo, yo me parezco a eso cuando me paseo por el Boulevard es Capucines….? ¡Rayos y truenos! ¡Se está usted burlando de mí!»
«Le aseguro, señor Vincent….»
«Pero es que esas manchas se han conseguido con el procedimiento utilizado para pintar el granito de las fuentes: ¡Pif! ¡Paf! ¡Plim! ¡Plam! ¡Voy lanzando y así va quedando! ¡Es inaudito, espantoso! ¡Me va a dar un ataque!

Después de la exposición
Como habrá comprobado mi querido lector, la reacción de la prensa no pudo ser peor. El artículo de Leroy hizo mucho ruido y se habló tanto de él, que el movimiento se vino a llamar «impresionismo». Después de la exposición vinieron unos días y años complicados para nuestros artistas. La burla y el escarnio que sufrieron les hizo perder el entusiasmo y lo peor de todo es que sus obras bajaron de valor, de forma importante, que tardaron muchos años en ponerse al nivel que les correspondía.
Y esta es la historia de nuestros valientes, que no me negaran que dejaron uno de los legados más importantes en el arte. Sin embargo, su vida fue complicada y expuesta al formalismo y la intolerancia de las instituciones y críticos de arte, llegando en muchas ocasiones a auténticas humillaciones públicas, como el artículo de Leroy.
Podría finalizar esta colaboración, haciendo un alegato en favor de estos rebeldes y maravillosos artistas, pero mejor les transcribo las palabras que Pissarro escribió a un amigo después de la primera exposición de los impresionistas en 1874, que explican mucho mejor, el carácter de un gran artista:
“Lo que sufrí es inaudito, lo que actualmente sufro es terrible, más todavía que cuando era joven, lleno de entusiasmo y de ímpetu, convencido como estoy de haber perdido el futuro. Sin embargo, me parece que no vacilaría, si tuviera que volver a empezar, en seguir el mismo camino”.