Ruta de escape
No logro determinar en qué lugar me encuentro atrapado. Escucho algunos ruidos amortiguados. Son voces discutiendo. Avanzo a tientas, la oscuridad es densa. Llego a una pared. La sigo y descubro que no es recta sino circular. Intento escalarla, pero resbalo. Parece ser una superficie de metal. El suelo es inusualmente blando y, a veces, creo sentir que se estremece. Me quedo quieto. Debo tranquilizarme y pensar. Súbitamente el ambiente se caldea. El calor proviene del techo y de las paredes. Es cada vez más intenso. Comprendo que si no escapo, pronto moriré calcinado. El suelo vuelve a agitarse. Quizás todavía tenga esperanzas. Tengo que escarbar en ese suelo esponjoso, crear mi propia salida, aunque tenga que hacerlo con mis uñas y dientes.
El prisionero aterrorizado tensa sus cadenas. Sobre su abdomen hay un cuenco de metal que el verdugo calienta con carbones encendidos. Debajo hay una enorme rata. De repente el prisionero se agita y aúlla de dolor: la rata ha descubierto la forma de escapar.