¿Sabes dibujar?
El mundo entero se extendía ante mí. Tenía un lienzo en blanco para llenar con posibilidades extraordinarias… Era una oportunidad única en la vida, una oportunidad única en la historia del mundo para cualquiera, pero especialmente para una mujer en la década de 1940
Hemos llegado a agosto y, como corresponde a esta época del año, el calor nos rodea y nos vence. Por eso, un año más os invito a sumergirnos en aguas profundas y frías. Al menos mentalmente mitigaremos los ahogos del ambiente. Y de paso le echaremos un vistazo a la vida de una geóloga y oceanógrafa que tuvo el valor de luchar contra el machismo de su tiempo, dolorosamente siempre presente en el mundo científico; ¡qué raro!, ¿verdad?, nunca nos lo podríamos haber imaginado ni nos hemos tropezado con ningún otro caso hasta ahora. La verdad es que luchó contra toda la comunidad científica de su época apoyando una teoría que desde hacía décadas se consideraba ridícula y que desterraba al ostracismo académico a cualquiera que la defendiese. Pues Marie Tharp (esta es nuestra heroica protagonista) no sólo la defendió, sino que consiguió las pruebas para demostrar su validez y veracidad. Una teoría que hoy en día nos parecería una locura que alguien la pudiese poner en entredicho (algo similar a lo que opinamos sobre los terraplanistas). Pues sí, ocurrió y ahora me toca a mí contaros toda la historia. Y, como siempre, espero que os sorprenda y apasione tanto como a mí.
Nace el 30 de julio de 1920 en Ypsilanti, una pequeña población de Michigan (actualmente con poco más de veinte mil habitantes), el estado que está rodeado por cuatro de los cinco Grandes Lagos, donde dicen que vive la gente más amable y acogedora de EEUU. Hija de una profesora de latín y alemán (Marie los dominaba desde pequeña) y de un topógrafo del Departamento de Agricultura al que solía acompañar en sus viajes laborales y con el que se familiarizó en la elaboración de mapas. Mientras hacía secundaria también estudió gramática inglesa, literatura universal y composición musical. En aquella época y en aquel estado las salidas de estudio y trabajo para una joven eran escasas: maestra, enfermera o secretaria. Ella quiso estudiar Literatura en el St. John ‘s College de Annapolis, pero rechazaron su solicitud por ser mujer (tal cual). Nunca pudieron imaginar lo que ganaba la ciencia con esa estúpida e injusta decisión.
Y por aquel entonces ocurre el bombardeo de Pearl Harbor (diciembre de 1941), estalla la Segunda Guerra Mundial en EEUU y una enorme cantidad de jóvenes universitarios se alistan voluntariamente para partir al frente. Las universidades comienzan a ofertar plazas a mujeres que hasta entonces eran consideradas de índole masculina (ciencia y tecnología evidentemente). Y Marie se gradúa en Geología (en la universidad de Michigan o en la de Ohio, las referencias varían) en 1943 o 1944 (las fuentes siempre discrepan en las pequeñeces). Comienza a trabajar para una compañía petrolífera, convirtiéndose en una de las Petroleum Geology Girls pero no le satisface intelectualmente y dura poco tiempo en ella; aun así le sobra tiempo para graduarse en Matemáticas asistiendo a clases nocturnas.
Y llega la decisión que la encumbrará a nivel mundial, aunque esto le costará varias décadas de esfuerzos. Se incorpora al Observatorio Geológico Lamont-Doherty , -en el equipo del geofísico y oceanógrafo Maurice Ewing-, el laboratorio de la Universidad de Columbia que en aquel momento era el lugar de referencia para la investigación de la geología de vanguardia y lo hace casi al mismo tiempo que otro joven geólogo, Bruce C. Heezen. Ambos constituyeron un tándem decisivo para la demostración y el desarrollo de la teoría de la tectónica de placas y de la deriva de los continente, aunque también durante más de un año casi parecieron el dúo Pimpinela en su versión más vehemente.
En enero de 2021 (desde entonces ha llovido más bien poco, pero ni me imaginaba que en el verano de 2023 iba a seguir dando lata desde esta revista y que utilizaría lo entonces explicado) le dediqué un artículo precisamente a la tectónica de placas; es hora de hacer un poco de flashback y refrescar la memoria. En geología se había estudiado, y mucho, la superficie terrestre, pero del fondo del mar se desconocía absolutamente todo; se pensaba que este era totalmente plano y formado por una especie de lodo y que los continentes permanecían inmutablemente fijos a la Tierra. Y eso era casi en pleno siglo XX. Allá por 1912 el geofísico alemán Alfred Wegener, siguiendo los estudios de Alexander von Humboldt, de Antonio Snider-Pellegrini y de algún otro, propuso la teoría de que los continentes se desplazan pausada, gradual y constantemente (alejándose y acercándose en ciclos de millones de años) debido a que se asientan sobre la superficie terrestre y que esta no es continua, sino que está formada por placas, que flotan sobre una capa viscosa y semisólida, que se empujan y se desplazan recíprocamente. Y se basó en evidencias como la forma de los continentes (que encajan como las piezas de un puzzle, especialmente en los límites de las plataformas continentales), la presencia de los mismos animales y fósiles en las costas de tierras hoy separadas por miles de kilómetros o la composición geológica similar de montañas en continentes diferentes. Es más, Wegener hasta le puso nombre al continente primitivo del que se separaron todos los actuales: Pangea. Bueno, pues esta teoría durante varias décadas fue considerada una herejía, desacreditando el prestigio de Wegener como científico, así como de cualquier otro que quisiese apoyarlo.
Retornemos a nuestra historia. Dejamos a Marie Tharp y a Heezen recién llegados a la universidad de Columbia, con ganas de comerse el mundo y con todo el ímpetu de su juventud y de sus conocimientos adquiridos. La única pregunta que le hicieron a Marie para incorporarse al equipo fue ¿Sabes dibujar?, y a ello se dedicó, de ayudante de todos los compañeros varones, que la querían a su lado por su paciencia, destreza, perfeccionismo e inteligencia. Por eso rápidamente abandona dicho rol para encargarse. junto a Heezen, de proyectos importantes. Era el comienzo de la Guerra Fría y el gobierno estadounidense dedica un importante presupuesto con el fin de estudiar el fondo del Atlántico Norte, a la búsqueda de buques y aviones abatidos durante la Segunda Guerra Mundial, también y seguro que principalmente para facilitar las travesías de los submarinos americanos.
En esa época (finales de los 40) a las mujeres no les estaba permitido embarcarse, daban mala suerte, así que Heezen fue el que pudo viajar a bordo del barco oceanográfico Vema mientras Marie permanecía en los despachos trabajando con los datos que él enviaba. Y así trabajaron durante veinticinco años. Ella no pudo embarcar hasta mediados/finales de los años 60. La parte de Marie era exageradamente laboriosa y difícil. Unía lecturas de sónar y medidas de profundidad (que le llegaban en largos rollos de papel, hoy día lo hacen procesadores que entonces ni se soñaban) y los traducía trazando mapas y ensamblándolos, representando el fondo del océano dibujado a mano, pero sin que faltase ni un solo detalle.
Cuando ambos geólogos comenzaron con este trabajo apenas existían datos de cómo era el fondo marino, desde mediados del XIX apenas se había podido concretar que en el Atlántico Norte existía una gran meseta central y que posiblemente habría una barrera que separaba las cuencas del este y del oeste. Marie alineó seis perfiles de sondeo que atravesaban el Atlántico, notando una profunda estructura en V en el centro de esa cresta oceánica. Acababa de descubrir la Dorsal Mesoatlántica, la frontera de placas más extensa del planeta (donde se encuentran los límites de las placas Norteamericana y Sudamericana, que se mueven separándose de las placas de Eurasia y África). Ella pensó que la muesca debía ser un valle de rift, un lugar donde el fondo marino se estaba separando, con material nuevo brotando del interior de la corteza terrestre, depositándose alrededor de la falla y construyendo la cordillera en medio del océano. Es decir, estaba demostrando empíricamente la teoría de la deriva continental, la de Wegener, aquel al que la comunidad científica aún ridiculizaba en esos momentos.
Heezen no quiso ni oír hablar del tema (era un defensor de la teoría de la Tierra en Expansión), calificándolo despectivamente como parloteos de chicas. Marie no se arredró y dicen que las discusiones hicieron temblar los cimientos del edificio durante al menos un año. De nada sirvió que fuese una falta grave que una mujer corrigiera a un hombre en esos años, Marie se negaba a dar su brazo a torcer. Poco a poco fue minando su resistencia; y en uno de los diferentes proyectos que llevaban conjunta y simultáneamente en el laboratorio, Heezen contrató a Howard Foster para trazar la ubicación de los epicentros de los terremotos en los océanos. Cuando el mapa de Foster de los epicentros de los terremotos se superpuso con el perfil de Tharp de la Cordillera del Atlántico Medio, fue evidente que la ubicación de estos terremotos se alineaba con el valle del rift de Tharp. Ya no hubo más dudas, la hipótesis se convirtió en la demostración de la teoría.

En 1957, publicaron conjuntamente el primer mapa del fondo del océano en el Atlántico Norte, pero bajo el nombre de Heezen, quedando relegadas, incluso silenciadas, las contribuciones de Marie. No fue hasta después de la muerte de él (en 1977) cuando comenzó a recibir el reconocimiento científico como autora o coautora de las investigaciones publicadas. Porque entre 1959 y 1963 Tharp identificó que el valle del rift se extendía junto con la Cordillera del Atlántico Medio hacia el Atlántico Sur, y encontró una estructura de valle similar en el Océano Índico, el Mar Arábigo, el Mar Rojo y el Golfo de Adén y evidenciando la presencia de un zona de ruptura oceánica.
Aun así, no todo el mundo científico estaba dispuesto a aceptar ese vuelco en las teorías geológicas; incluso Jacques Cousteau, el famoso explorador y oceanógrafo francés, quiso demostrar que Tharp y Heezen estaban equivocados. Se embarcó con una cámara submarina para fotografiar y filmar el fondo marino, pero una de sus imágenes mostraba zonas de lava recién erupcionada desde el interior de la tierra. Los suspicaces incrédulos hubieron de rendirse definitivamente a las evidencias.
Marie también innovó creando un sistema de colores para pintar los mapas, diferenciando zonas volcánicas, llanuras abisales y dorsales oceánicas. Junto al artista Heinrick Berann de la National Geographic Society), realizan una serie de mapas basados en ese sistema que se incluyeron como suplementos del tamaño de un póster en varios números de la revista National Geographic entre 1967 y 1971. Los tres recibieron en 1973 un subsidio de la Marina de los Estados Unidos para trabajar en un mapa completo de los fondos oceánicos del mundo. Trabajo que acaban en 1977 y que Heezen no llegó a ver publicado pues fallece de un paro cardiaco meses antes. Y Marie pierde a su socio intelectual (egocéntrico, pero socio, al fin y al cabo), su fuente de datos y la financiación para seguir investigando. En octubre de 1978, él recibió la Medalla Hubbard de manera póstuma, el mayor honor de la ‘National Geographic Society’.
A partir de los años 90 por fin se le reconoció los méritos y logros a esta inteligente geóloga, quizás demasiado tarde, pero aún pudo disfrutarlo en la última década de su vida. Falleció el 23 de agosto 2006, habiendo recibido los siguientes premios:
- En noviembre de 1998, la Biblioteca del Congreso nombró a Tharp como uno de los cuatro mejores cartógrafos del siglo XX
- En 2001, el mismo observatorio donde comenzó su carrera le otorgó su primer premio anual Lamont-Doherty Heritage
- Premio Mary Sears Woman Pioneer in Oceanography de la Institución Oceanográfica Woods Holes
- Premio al Logro Sobresaliente de la Sociedad de Mujeres Geógrafas
- Premio al Patrimonio del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty
- En 2004, la Universidad de Columbia creó la Beca Marie Tharp otorgada a mujeres interesadas en trabajar en su Instituto de la Tierra
- En noviembre de 2022 Google le dedicó un doodle
- Nombraron a uno de los cráteres de la Luna en su honor.
Pero lo logrado por ella continúa estando vigente. Los organismos internacionales se han marcado el objetivo de llegar a un acuerdo mutuo para mapear todo el fondo del océano en detalle para 2030. Se utilizarán para ello varios barcos, dirigido por la Fundación Nippon y la Carta Batimétrica General de los Océanos. A finales de 2021, este proyecto llamado Seabed 2030 se encontraba realizado al 20%, lo que quiere decir que ya se conoce con precisión el 20% del suelo oceánico.
Y colorín, colorado, la historia de y sobre Marie Tharp la doy por acabada. Por cierto, si buceáis por la revista quizás os encontréis este mes con otra sorpresita mía. Ya me diréis algo, al menos eso espero.
Y no os vayáis muy lejos de vacaciones, que ya mismo os vuelvo a dar la lata y os necesito ahí delante.
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