Sola
Creía que en la oscuridad de la habitación la esperaban unos seres transparentes que solo cuando se movían podían verse, por eso estaban quietos sin hacer ningún ruido, esperándola, esa era la razón por la que no quería entrar sola en la casa sola, porque solo ella veía a los solitarios fantasmas que solos y temerosos ni respiraban, si es que los fantasmas respiran, seres tristes, inofensivos e incomprendidos, pero ella no lo sabía.
La pequeña Akira, la dulce y preciosa Akira, la divina Akira, la celosa Akira velaba su sueño y solo entonces la niña sola se abandonaba y los fantasmas solitarios podian moverse y susurrarse al oído.
En el jardín el olor a dama de noche nos acompañaba en nuestras tertulias bajo la luna de agosto, y ella dormia tranquila.

Texto e imágenes © Emilio Poussa