Soledad
Para María ese día se le estaba haciendo triste y largo. Se cumplían tres años que su compañero de toda la vida había fallecido. Se fue suavemente, en un suspiro. La tristeza, iba y venía. Hoy era el momento en que se había metido en ella.
Decidió coger esa caja donde guarda los recuerdos más queridos para ella.
Al abrirla estaba esa otra cajita algo más pequeña, donde guarda cartas y tarjetas de Navidad y de viajes.
A pesar de la edad que tiene, aún goza de buena vista, por lo que no necesita ponerse las gafas de cerca. Cogió el primer mazo de cartas. Las tenía ordenadas por remitentes, fue a la más antigua. Era la de un novio que tuvo y que a pesar de que no fue el definitivo en su vida, le tenía mucho aprecio.
Volviendo a la carta, tengo que reconocer que es muy puntillosa con las faltas de ortografía. Nada más abrir el sobre, saco una página en la que la primera frase empezaba de la siguiente manera:
-“Heres” la más bella flor….
Sé que fue muy desagradable, pero lo primero que le salió en la respuesta fue
-Eres un burro….
Después se sintió mal, porque el pobre lo había escrito con mucho sentimiento, pero ella, no se pudo contener.
Así que esa carta la guardó para recordar que no debe ser tan impulsiva, aunque ahora a sus años, es un poco tarde.
En esa caja de recuerdos, están muchas de las tarjetas que la mandaban por Navidad, una costumbre que hoy se ha perdido, ahora, recibe la de un par de amigos de toda la vida, la de sus nietos y nada más, ni tan siquiera las de los centros comerciales que siempre mandaban una tarjeta, por esas fechas y por el cumpleaños.
Las típicas postales de los lugares que visitaban las personas queridas, siempre las guarda, las relee y evocan esos tiempos pasados en los que la familia era más extensa.
Cuando salía fuera de España, enviaba a sus nietos e hijos, una tarjeta para que supieran que, siempre les recuerda, aunque esté lejos. A su marido eso le parecían tonterías.
¿Para qué les mandas esas tarjetas? Llegaremos nosotros antes que ellas a casa.
Hoy la tecnología ha conseguido que esas postales y felicitaciones solo lleguen en forma de Washap. Por mucho que sean frases con un contenido nada banal, pero no es igual al que se imprime con una de las que se escribían a mano. Esa mano es la que envía al escrito el sentimiento directamente del corazón. la verdad de lo que la persona siente hacia la que será la receptora.
Ella sigue escribiendo las felicitaciones navideñas (pocas ya) con un cariño especial, dedicado a esa amiga entrañable, a sus hijos y nietos, aunque ya les cueste entender la letra de la abuela, le tiembla el pulso, pero eso no cambia el sentimiento con que lo hace.
A ella, se le acabaron los viajes, se siente débil y no podría afrontar los que hacía en compañía de su esposo. Era otra vida la que le esperaba, la vejez, la soledad y sus recuerdos.