Superluna y Luna de Sangre

Cuenta la mitología griega que Hiperión y Tea, dioses de la observación y de la vista, tuvieron tres hijos: Helios, dios del sol; Selene, diosa de la luna; y Eos, diosa de la aurora.

Al inicio de cada día, Helios comenzaba su andadura a través de todo el firmamento y, al finalizar su recorrido, Selene iniciaba ese mismo camino con el fin de no dejar en penumbra a la humanidad. Posteriormente, Eos se encargaba de anunciar que Helios estaba a punto de empezar una nueva travesía.

Quizás sea por su brillo, quizás por su cercanía a la superficie terrestre o quizás por las diferentes formas que va tomando en cada una de sus fases, la Luna siempre ha sido utilizada por los poetas como motivo de inspiración.

Dejando para otra ocasión los temas mitológicos y poéticos, en este artículo me gustaría describir dos de los fenómenos más singulares que podemos observar en nuestro firmamento: la Superluna y la Luna de Sangre.

Cuando la Luna se adentra en el cono de sombra que generan los rayos del Sol al incidir sobre la Tierra, nos encontramos en el inicio de un eclipse de Luna, alcanzando su máxima expresión cuando Sol, Tierra y Luna están perfectamente alineados.

Esquema trayectoria lunar

La Luna es el único satélite natural que orbita alrededor de la Tierra. Debido a que dicha órbita no es circular, sino elíptica, en su ciclo de traslación se produce un punto de acercamiento máximo a la Tierra (perigeo) y un punto de alejamiento máximo (apogeo).

El fenómeno conocido como Superluna se produce cuando el paso de la Luna por su perigeo coincide con la fase de Luna llena. En este instante, la Luna se encuentra a una distancia de 50.000 kilómetros más cercana a la Tierra que en el momento de atravesar su apogeo.

En la noche del 27 de julio de 2018 se pudo apreciar este conjunto de fenómenos: la Luna pasó por su perigeo, se encontraba en la fase de luna llena y, a la vez, penetró en el cono de sombra que la Tierra generaba por los rayos del Sol, mostrándonos el eclipse total de Luna.

Con mi ubicación situada en la isla de Mallorca y orientando la vista en dirección Este, aquella noche se pudo apreciar como una luna llena en todo su esplendor (Superluna) se convirtió en pocos minutos en una Luna de tonalidades rojizas, ofreciéndonos lo que desde la edad media conocemos como Luna de Sangre. Posteriormente, al salir de la zona de sombra pasó de nuevo a visualizarse como Superluna.

La fotografía inferior muestra la Superluna tomada la misma noche una vez finalizado el eclipse total de Luna. En ella podemos apreciar su extraordinario tamaño, así como los detalles de los cráteres y mares lunares.


Superluna

Según datos ofrecidos por la NASA, las Superlunas en su perigeo son hasta un 14% más grandes y un 30% más brillantes que las lunas llenas en el otro extremo de la órbita lunar.

Esa misma noche, cuando la Luna entró en la zona de sombra generada por la Tierra y se produjo el alineamiento Sol-Tierra-Luna, se pudo disfrutar en toda su plenitud de la Luna de Sangre. La siguiente fotografía capta la imagen de la Luna en el máximo de su tonalidad rojiza.


Luna de sangre

La explicación científica mediante la cual podemos ver la Luna con esos tonos rojizos se fundamenta en la Dispersión de Rayleigh en honor al físico inglés John William Strutt, conocido como Lord Rayleigh y Premio Nobel de Física en 1904.

Los rayos de sol, conocidos como luz blanca, al incidir sobre un medio con diferente índice de refracción como es la atmósfera de la tierra, se descompone en los siete colores del espectro visible: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta; cada uno de ellos caracterizado por una frecuencia y una longitud de onda determinada.

En los extremos del espectro visible encontramos los colores violeta y rojo. Mientras que el color violeta tiene una longitud de onda entre 390 y 455 nm (nanómetros), para el color rojo se sitúa entre 622 y 780 nm.

Todos los colores que componen la luz blanca sufren una dispersión al incidir sobre la atmósfera, el valor de la cual aumenta con la frecuencia (menor longitud de onda). Esta es la causa por la que los colores rojo y naranja experimentan una menor dispersión y le hacen tomar a la Luna ese color rojizo con el que la observamos.

La tonalidad e intensidad de color rojo que adquiere la Luna no es el mismo en cada eclipse, dependiendo de las condiciones atmosféricas del momento, tales como contaminación, erupciones volcánicas o presencia de nubes. Se ha comprobado que, en el momento del eclipse, la presencia de un mayor número de partículas volcánicas en la atmósfera incrementa el tono rojizo de la Luna.

Según afirma Miguel Serra (astrónomo del Instituto Astrofísico de Canarias), el análisis de los eclipses de Luna nos puede dar a conocer de una manera más eficiente el estado de la atmósfera terrestre, debido a que el tamaño del agujero de la capa de ozono “parece estar relacionado con una variación del tamaño de la sombra terrestre.

Para todo aquel que le haya parecido interesante este artículo, le invito a apuntar en su agenda la fecha del 26 de mayo de 2021, noche en la que se podrá observar el próximo eclipse total de Luna, el cual será visible desde la parte oeste de América del Norte y América del Sur, Centroamérica y Australia.

© Enrique Moreno

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