Tan etéreos, tan frágiles, tan efímeros
Tanta belleza extinta, sin dejar rastro detrás. Wilson A. Bentley
Un copo de nieve nunca cae en el lugar equivocado. Proverbio zen
Buen año nuevo, aquí estamos otra vez; yo, detrás de estas páginas y vosotros, ahí delante. Y un nuevo artículo entre nosotros, intentando atraer, atrapar vuestra atención; y deseando (yo) que os seduzca el tema tanto como lo ha logrado conmigo. Porque en eso, quizás, consiste la escritura, en prendarse y fascinarse con un conjunto de palabras y lograr que otros nos sigan en la travesía. Así que, señores pasajeros, el viaje va a comenzar.

Es invierno -¿diciembre, enero?, ¿qué más da?- y me apasionan las fotos de copos de nieve. Entonces, ¿por qué no escribir sobre ellos? Mi inspiración es bastante limitada, mis musas tienen poco recorrido y una escasa, por no decir nula, sofisticación; se me ocurre un tema sobre el que escribir y ahí me lanzo, a recopilar información. Y ahora me toca convenceros de que valía la pena el tiempo empleado.
Un copo de nieve, casi un milagro de la naturaleza, un instante convertido en belleza, esa ligereza de ser y posiblemente de estar. Si lo toco, desaparece. Simple, ¿verdad? Sencillo… ¿o quizás no tanto? ¿Y si intentando perseguir el esplendor de la delicadeza me topo con la complejidad de los fractales y de la física, al nivel de los descubrimientos del Nobel de este año pasado (ni más ni menos que el descubrimiento de la interacción del desorden y las fluctuaciones en los sistemas físicos desde la escala atómica hasta la planetaria)? Toma ya, pero tranquilos, que ni intentaré acercarme a ese campo ni mis conocimientos me permiten comprender ni una millonésima parte de todo ello.

Copos. Simples y complejos, hermosos, rozando la magia, contemplarlos es una experiencia sensorial y estética. Y mira por dónde eruditos, filósofos, estudiosos y científicos de todas las épocas llevan interesándose y dedicando todos sus saberes a ellos; el primero de que nos queda constancia fue Han Ying (año 150 a. C.), quien comparó la simetría pentagonal de las flores con la simetría hexagonal de los copos de nieve. Desde entonces personajes como San Alberto Magno, Kepler, Descartes o Robert Hooke (siglo XVII, un estudioso fascinado por el descubrimiento del microscopio) se interesaron por su formación y su más que patente estructura hexagonal. A todos ellos les faltaba mucha información sobre el átomo, la estructura molecular y otros descubrimientos que hoy día están más que superados; aun así, la curiosidad existía y se asombraron con nuestros fugaces amigos.
Recogiendo información continuamente me he topado con una serie de nombres, casi coincidentes en todas las webs, por lo que habrá que reconocerlos como los pilares sobre los que se cimenta el estudio de los copos de nieve. Kepler y el tratado que escribió como regalo de Año Nuevo a su benefactor, Johannes Matthaeus Wacker von Wackenfels, (Strena seu de nive sexángula, El copo de nieve de seis ángulos); si bien desconocía el concepto de molécula, sí supo intuir que la forma hexagonal era la estructura de máxima optimización de la energía en la naturaleza.

Más tarde encontramos a Wilson A. Bentley, llamado Snowflake Man, que a finales del siglo XIX (alrededor de 1885) fotografió más de 5000 cristales de nieve y que le llevó a afirmar que no existían dos copos de nieve iguales. Posiblemente sí que los habrá, pero calculando que un litro de nieve contiene más de un millón de copos, es prácticamente imposible ver dos que sean iguales.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, Ukichiro Nakaya, físico japonés al que se le atribuye la fabricación de los primeros copos de nieve artificiales, hizo una clasificación de formas de los diferentes cristales (hasta 41); posteriormente, surgió la clasificación de Magono and Lee (la más compleja hasta la fecha, con 80 tipos de copos). Y desde finales del siglo pasado, científicos como Kenneth Libbrecht (llamado el Papa de los copos) y H. Joachim Schlichting trabajan en la creación de copos artificiales en laboratorios, bajo muy diferentes condiciones. Libbrecht es un físico y astrónomo solar, estudioso de los rayos cósmicos que en invierno se muda a Alaska, para sentarse a la intemperie y dedicarse a cazar copos en una tabla de espuma y fotografiarlos. A punto de jubilarse, ha declarado que “Estoy tirando los grilletes de mis otros trabajos. Solo voy a hacer hielo de ahora en adelante.”
Tanta belleza encierra muchos misterios, sobre todo respecto a su formación, algunos de los cuales están aún por resolver. Quizás por eso han llegado a formar parte de leyendas, de proverbios e incluso ser imagen de pureza para muchas culturas y filosofías. Pero ¿qué son realmente los copos de nieve? Algo tan simple como una concentración de cristales de hielo que en un momento dado y bajo ciertas circunstancias se precipitan hacia el suelo.

En nubes a gran altura y con temperaturas muy bajas (por lo menos a 12 o 13 grados bajo cero), se localizan gotas de agua que se encuentran en estado de subfusión, es decir, conservan el estado líquido pero su temperatura no alcanza los cero grados. Esas gotas topan con microscópicos granos de polen o de polvo y se congelan alrededor de ellos, formando el llamado núcleo de condensación. Ese cristal es la base del copo y tiene la forma de prisma hexagonal, la configuración con mínimo gasto energético y que se fundamentan en la molécula de agua. Poco a poco el resto de gotitas semicongeladas se van agregando a los bordes (sobresalen más) y condensándose en su superficie; por ello el cristal crece más por las esquinas, comenzando a formarse los brazos llamados dendritas. Nuestro copo, cada vez con mayor peso, va desplazándose por la nube, siendo afectado por las diferentes temperaturas y humedades que encuentra en ella, así como por las ráfagas de viento con las que se topa en su camino. Por eso cada copo es diferente del resto, aunque parezcan iguales a simple vista. Se dice que no existen dos copos de nieve iguales, pero este tema aún no está ni totalmente investigado ni demostrado.
Resumiendo, la forma de los copos dependerá de las condiciones ambientales de formación como la temperatura, la presión atmosférica, la cantidad de agua, el número de partículas en suspensión, etc. Así, durante una nevada podemos encontrarnos con numerosos tipos distintos de copos de nieve debido a las diferentes condiciones que han ido encontrando por su camino. En general, los patrones de los cristales más complejos y grandes se forman cuando existe humedad en el aire (nieve húmeda) y los copos con formas más simples y tamaño menor se producen en condiciones más secas (nieve polvo). Esta última es la ideal para practicar los deportes invernales mientras que la húmeda nos permitirá fabricar lindos muñecos.
Quizás también os haya llamado la atención que los copos sean translúcidos mientras que la nieve parece blanca. La explicación es muy simple: al ser translúcidos, la luz pasa a través de ellos, pero los múltiples lados de los cristales de hielo hacen que se difunda el rayo de luz y el blanco es la manera (color) en que nuestros ojos ven el espectro visible.

Esto se acaba, vamos, que ya voy camino de la quinta página y me estoy pasando con la extensión del artículo. Pero es principio de año y me lo voy a permitir como regalo especial de Reyes.
Me gustaría comentar sobre ese especial silencio que reina en un paisaje nevado o el sonido casi inexistente que genera una nevada. Es fascinante y cautivador, al menos así lo percibo y siento. Esto también tiene una razón que la física puede explicar. Los copos de nieve al caer y acumularse en el suelo atrapan el aire entre sus cristales individuales, absorbiendo gran parte de la vibración que se produce durante la caída y actúa como un aislante acústico. Se dice que una capa de nieve acumulada de unos 2 centímetros de espesor puede frenar la sonoridad de un paisaje, pero esta cualidad de absorción del ruido se irá perdiendo tal como la nieve se vaya endureciendo y compactando.
Al principio hablé de la importancia cultural de los copos para algunos pueblos. Por ejemplo, la filosofía zen encuentra en los copos de nieve un símbolo que explica de forma metafórica la perfección de la vida y los sucesos que la constituyen. Asimismo, la premisa de que no existan dos copos iguales les sirve como alegoría de la unicidad del ser humano. Y hasta aquí he llegado este mes; como siempre os digo, que si os interesa el tema profundicéis en él; no he desarrollado toda la física que los copos generan, ni la cristalografía, ni todas las variables culturales, etc.
Acabo con este breve vídeo sobre la formación de un cristal de nieve (ay, ese crecimiento fractal que me roba el corazón, y hasta el sentío).
Es de la web SnowCrystals.com, que muchos especialistas la consideran la Biblia de estas fantásticas formaciones. Las mismas a las que Ukichiro Nakaya poéticamente llama cartas enviadas desde el cielo.
Nos vemos el mes que viene, a ver qué se me presenta por el camino.
Fuentes y Referencias- Acna, Cazatormentas (SnowCrystals.com), Ciencia Fascinante (Germán Portillo), Club de Fotografía, Cultura Científica (César Tomé López, Johannes Kepler, H. Joachim Schlichting), Curiosidiario, Diario de Navarra, Divulgameteo (Rebecca Boyle, José Miguel Viñas, Kenneth Libbrecht, Gilles Demange, Mary Jane Shultz, Wilson Bentley, Douglas Natelson, Han Ying, Ukichiro Nakaya, Ukichiro Nakaya), El Confidencial, El Tiempo.es (Javier Vegas), Escuela de Esquí de Baqueira Beret (SkiFamily), Grupo Aramón, Heraldo de Aragón (C.B.P.), iAgua (Beatriz Pradillo), Investigación y Ciencia (H. Joachim Schlichting), La Vanguardia (Luis González MacDowell, Eduardo Sanz, Pablo Llombart), Meteored (Francisco Martín León, Megan Skrip, Sandra Yuter, Kenneth Libbrecht), Meteorología en Red, Nevasport (Pedro Maia), Noticias de Navarra, Territorio Snow, The Conversation (Manuel de León Rodríguez), Why so BluE and a touch of BroWn, Wild Free, Xataka (Sergio Parra), Voz Populi (Antonio Martínez Ron)