Tan rápida que sus pecados son invisibles a los ojos de Dios

No he podido resistirme a titular el artículo de este mes con un chiste que encontré por Internet mientras buscaba información sobre nuestra protagonista. ¿Y de quién estoy hablando y hablaré en las próximas páginas?

Pues nada más y nada menos que de la Mantis Religiosa, llamada normalmente mantis, a secas… y santateresa, teresa, mecedora, esperanza, cerbatana, usamico, tatadiós, mamboretá, comepiojos, matacaballo, maríagarcía, marirramos, arcalabatruca, muerte, mula del diablo, silbata y un buen puñado de localismos más. Y eso sólo en el español de la península y de Latinoamérica. Praying en inglés, bogomolka (la que reza a Dios) en búlgaro, Gottesanbieterin (adoradora de Dios) en alemán, etc, etc.

Conclusión: nos encontramos ante un animal muy común y conocido en muchísimos países y desde la antigüedad. El nombre mantis proviene del griego y significa adivino o profeta. En la antigua cultura china el caballo divino era un animal muy venerado por su carácter guerrero, que lo convertía en una metáfora tanto de virtudes como de defectos. Ha inspirado movimientos en las escuelas de artes marciales por su rapidez y precisión. Representaba las mejores cualidades de un guerrero, pero también la imprudencia de una agresividad exagerada.

En Japón simbolizaba el valor y la nobleza y al mismo tiempo, la crueldad y la venganza. Hay leyendas donde la mantis originaba tornados para defender a un pueblo de un enemigo exterior, pero si se descontrolaba podía fácilmente destruirlo. La aparición de una mantis era de mal augurio pues la presencia de la muerte estaba cercana.

Para los antiguos egipcios era un pequeño ser divino. Tenía poderes sobrenaturales y en el Libro de los Muertos se la llamaba el pájaro mosca, el cual podía guiar a las almas humanas y presentarlas a Osiris y otros dioses en el más allá. Hasta se ha encontrado algún ejemplar momificado entre vendas de lino.

Tanto hotentotes como bosquimanos también la consideraban como una reencarnación divina de los dioses creadores del mundo. La veneraban, pero con recelo, pues espíritus malignos podían convertirse en ella.

En la Europa cristiana personificaba la oración y el recogimiento. Aparecen en muchas monedas, desde las acuñadas en el siglo V a.C. en la Magna Grecia como en actuales de Australia, Canadá o Kazajistán.

Es innegable que desde la antigüedad ha sido un animal emblemático, digno tanto de admiración como de supersticiones.

 Mantis Religiosa

Esta preciosidad apareció una tarde del otoño pasado en mi jardín y se paseó por él durante unos cuantos días. Su presencia atrajo la atención de todos nosotros y, por supuesto, las ancestrales supersticiones y dudas en la mitad de la familia. Una rápida consulta a san Google confirmó lo que Mario y yo decíamos, posiblemente se trate de unos de los insectos más inofensivos del planeta para el ser humano. Y esa convicción permitió que la criaturita se librase de un potente escobazo o de ser gaseada por el chorro del bote de insecticida.

Resultó apasionante observar sus pausados movimientos, su casi deslizante danza mientras se enredaba y paseaba entre las hojas, cómo alargaba una pata casi a cámara lenta para agarrarse a la siguiente. Y así conseguí la suficiente inspiración para convertirla en protagonista de un artículo, de este para ser más concretos. Además, también medió alguna charla con amigos sobre la fama de hembra caníbal que la acompaña; algo había leído al respecto y sabía que no era para tanto como aseguraba su leyenda negra. Ya sólo quedaba recopilar información de todas las fuentes posibles. Y ahora ha llegado el momento de relatar las características y peculiaridades de la mantis.

Es un insecto que está emparentado con las termitas y con las cucarachas. La religiosa es la que más conocemos por estas tierras y es una de las 2400 especies de mantis que se agrupan en unos 460 géneros de 33 familias (otras fuentes dicen 15), formando en exclusiva el orden Mantodea y que habita en la Tierra desde hace unos 140 millones de años, casi a finales del Jurásico. Viven en todos los continentes excepto en la Antártida. Es un insecto autóctono de todas las regiones cálidas y templadas, no suelen prosperar en las zonas demasiado secas o muy frías; no sobreviven al frío y necesitan de un cierto grado de humedad en su entorno. Han evolucionado adaptándose a las regiones con vegetación, por eso la mayoría son de colores verde y marrón, aunque en zonas tropicales nos las podemos encontrar con colores que imitan a flores o incluso multicolores.

 Mantis Religiosa

Su figura es característica y peculiar, se la reconoce rápidamente y es imposible confundirla con cualquier otro insecto. Tiene forma alargada y su cuerpo es fino y estilizado, diseñado totalmente para la caza.

 Mantis Religiosa

El primer par de patas está modificado y presenta un fuerte fémur erizado de dientes afilados que se acopla perfectamente al de la otra pata formando una especie de quijada externa, con la que captura a sus presas. Los dos pares de patas traseras son locomotoras y están en contacto con el suelo, aunque la mantis se desplaza con la cabeza, el cuello (pronoto) y el tórax levantados y las patas delanteras recogidas en esa posición que pareciera estar rezando. Aunque, como he leído en algún texto, realmente se asemeja más a la posición de un boxeador que está a punto de lanzar un demoledor directo a su contrincante. En el tórax también se ubica el órgano auditivo (caso único entre todos los insectos), que es capaz de percibir sonidos superiores a los 20 kHz, por lo que pueden detectar los ultrasonidos de los murciélagos, depredadores suyos, y cambiar la trayectoria de su propio vuelo, evitando ser cazados.

La cabeza tiene forma de un triángulo invertido, orientada verticalmente de tal forma que el vértice inferior está formado por las mandíbulas -muy potentes- mientras que los otros dos vértices están ocupados por dos grandes ojos compuestos, entre ellos hay tres ocelos más pequeños y el par de antenas, largas, finas y filiformes. Esos ojos compuestos están formados por miles de fotorreceptores denominados omatidios, y parecen tener una pequeña pupila en el centro. Parece, pero no, sólo es una pseudopupila pues carece de la capacidad de enfoque como la de las verdaderas pupilas de otros animales. En este campo también es único entre todos los insectos al ser capaces de ver tridimensionalmente -como los humanos-. Si a esta formidable visión le unimos la propiedad de poder girar la cabeza 180º, entonces el campo visual de una mantis se convierte en extraordinario. El olfato está presente en las antenas y posiblemente no tenga una capacidad sobresaliente (al menos no lo he encontrado en ninguna de las fuentes consultadas).

Tienen alas (aunque en algunas especies son residuales o simplemente han desaparecido) ocultas bajo los élitros (alas rígidas y duras que se pliegan en estado de reposo para proteger al otro par, el único apto para volar). Esta es una de las características que nos servirán para diferenciar los ejemplares juveniles de los adultos y en estos, entre machos y hembras (aunque estas son siempre bastante más grandes). Las ninfas carecen siempre de alas, en las hembras son más pequeñas y los machos son los únicos capaces de levantar el vuelo. Otras disparidades entre los sexos es el número de segmentos que presenta el abdomen (seis en hembras -el último más grande-, ocho en machos) y las antenas que son más gruesas y largas en los machos. Pero no hay dimorfismo sexual.

El tamaño de las mantis oscila desde especies de 1 cm de longitud hasta los 17 cm (la mayor mantis conocida, la mantis palo africana gigante –Ischnomantis gigas-). En la península ibérica las mantis oscilan entre los 1’5 y 8 cm, aunque podemos encontrar grandes ejemplares que sobrepasan los 10 cm; la mía los superaba con creces.

Su ciclo vital suele ser de unos siete u ochos meses en las regiones templadas, aunque con buenas condiciones pueden llegar al año. Nacen en primavera con forma de ninfa, es decir, con una forma casi idéntica a los adultos por lo que sólo tendrán metamorfosis parciales (insectos hemimetábolos). Las ninfas tienen como primeras presas a sus propias compañeras, su instinto predador está en sus genes. Las que sobrevivan a esta matanza caníbal, crecerán durante la primavera y el verano. Mientras dure el crecimiento se verán forzadas a cambiar el exoesqueleto unas diez veces; esos momentos son de gran vulnerabilidad pues deben estar varias horas inmóviles y durante ese tiempo no pueden hacer nada para protegerse de sus depredadores.

Al llegar a adultas mudan su exoesqueleto por última vez, quedando sus alas libres (las especies que las tenga) y adoptando el color del lugar donde han realizado esa muda definitiva. Asimismo, ese color condicionará su hábitat futuro pues una de sus principales características es el camuflaje. Evidentemente mi mantis tuvo algún problema para tener que refugiarse entre plantas verdes con el magnífico color marrón que poseía.

 Mantis Religiosa

Las mantis se mueven por el suelo o sobre matas y matorrales, raramente en los árboles. Siempre está buscando comida, es un insecto exageradamente voraz. Su método de caza es la emboscada y su gran arma, la rapidez. Localiza a sus presas con su portentosa vista -su sentido más desarrollado-, justo cuando estas están en movimiento (ya sabemos que no puede enfocar); si la presa se quedase quieta habría bastantes probabilidades de que la mantis no la localizara. Se acerca entonces sigilosamente, incluso permanecerá inmóvil esperando a que un animal esté a su alcance (pueden cazar moscas en pleno vuelo). En ese momento lanza sus pinzas delanteras a gran velocidad (pueden alcanzar los 730 milímetros por segundo, algo más de 2’4 km/h), sujeta a su presa con las espinas de las patas delanteras y comienza a devorarla en ese mismo instante. Además, son casi tan ágiles como los gatos; hay estudios donde se ha comprobado que las mantis saltan con extrema precisión, retorciendo su cuerpo en el aire para aterrizar en un objetivo específico.

Son depredadoras de animales vivos, incluso de los de su misma especie, nunca de carroña. En esa dieta se incluyen pequeños insectos como polillas, moscas, saltamontes, grillos; en las regiones tropicales donde se encuentran las mantis de mayor tamaño, también pueden cazar pequeños anfibios, lagartos, serpientes y hasta pájaros diminutos como los colibríes.

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Ellas, a su vez, también son presas para un amplio repertorio de insectívoros como murciélagos, erizos, mangostas, aves e incluso avispas. Por eso han desarrollado diversas estrategias; al ser un insecto grande son muy fáciles de ver, por ello el camuflaje es la más importante de todas ellas. Hasta existen especies cuyas ninfas se mimetizan como hormigas porque sus predadores naturales las evitan. Otro de los mecanismos de defensa es la amenaza. Hay mantis que emiten siseos, otras que intentan parecer más grandes abriendo las alas y estirando los brazos. Esta postura suele atraer especialmente a los fotógrafos, tanto aficionados como profesionales. Pero es una crueldad incitarlas para que la adopten porque es una posición generada por el miedo. Y el reportero sabe que saldrá indemne de la maniobra. Porque las mantis son totalmente inofensivas para el ser humano. No muerden (si por una extraña casualidad ocurriese, lo notaríamos menos que el pinchazo de una espina de rosal), ni pican, ni transmiten ningún tipo de enfermedades al ser humano.

Son animales solitarios que sólo buscan compañía en la época de apareamiento, aunque existe algún avistamiento donde se han hallado a dos mantis compartiendo una presa de gran tamaño, pero esto queda al nivel de la pura anécdota. Si dos machos se encuentran mientras persiguen a una hembra, lucharán hasta la muerte. Este carácter asocial y agresivo son característicos de estos animales, es casi seguro que ni se reconozcan como individuos de una misma especie. Nunca parecen relacionarse entre sí; cuando gesticulan y emiten sonidos sólo lo hacen para amedrentar a posibles depredadores y enemigos. Aparte de las amenazas territoriales no se ha podido observar ningún tipo de relación entre dos ejemplares de mantis.

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Ahora toca analizar la más que aparentemente famosa conducta de canibalismo sexual de este animal, por la cual la hembra devoraría al macho durante o justo después de la cópula. ¿Es cierto, una exageración o quizás una leyenda urbana?

En primer lugar, hay que destacar que este comportamiento no es exclusivo de las mantis, hay más especies en donde se presenta esta conducta. También cabe señalar que dicho canibalismo fue observado y descrito por primera vez a finales del siglo XIX por el prestigioso entomólogo francés Henri Fabre, y desde entonces siempre se ha visto en mantis en cautividad; en la naturaleza no se daba ese comportamiento, por lo que los teóricos llegaron a catalogarlo como algo anómalo e inducido por el confinamiento (la verdad es que no estoy muy en desacuerdo con esta teoría).

Sin embargo, en 1992 pudo contemplarse esa conducta en estado silvestre. Sí, la hembra devoraba al macho durante o tras el apareamiento, pero incluso así, hay que matizarlo y mucho. El canibalismo se ha detectado en el 80% de las especies de mantis, pero sólo en el 30% (realmente, entre el 15 y el 30) de las cópulas por lo que se puede afirmar que no es un comportamiento generalizado. No es obligatorio que la hembra tenga que comerse al macho, no.

Durante el verano la hembra comienza a emitir feromonas que son irresistibles para los machos. Si se encuentran dos machos, lucharán hasta la muerte de uno de ellos aunque la hembra podría ser fecundada por ambos sin mayor problema. El macho superviviente se acercará con mucha cautela y dando curiosos rodeos y cuando puede, salta colocándose sobre su dorso; la cópula dura unas dos horas tras la cual el macho debería escaparse rápidamente. Hay otras técnicas de acercamiento a la hembra como esperar a que ésta esté devorando a una presa e incluso en algunas especies se ha observado a machos que atacan a la hembra y aprovechando la confusión las fecundan. Lo importante para la especie es la inseminación y ésta se produce incluso cuando la hembra devora al macho durante la cópula pues el centro nervioso que controla la misma se encuentra más abajo del tórax, y aunque devore la cabeza del macho, su abdomen sigue bombeando espermatóforos.

La cuestión es que este canibalismo sexual es menor de lo que se cree, por lo tanto, es real, pero podemos tranquilamente etiquetarlo como de leyenda urbana. Existen variadas teorías al respecto, pero en general se acepta que se trata de un comportamiento no generalizado y posiblemente inducido por un estado de mala alimentación de alguna hembra concreta. También depende de las especies y de los individuos, las que suelen alimentarse de insectos voladores no son tan propensas a devorar al macho. Lo que sí se ha comprobado en estudios es que cuando canibalizan al macho aumentan las probabilidades de que los huevos prosperen mejor y en mayor cantidad pues este le proporciona gran cantidad de aminoácidos adecuados para la fertilización.

Una vez producida la fecundación, la hembra produce los huevos que almacena en la ooteca (especie de estuche), que luego dejará adherida en alguna planta. Los huevos estarán aquí protegidos de las inclemencias del tiempo y pasarán el otoño y el invierno en estado latente, eclosionando entre marzo y julio del año siguiente.

 Mantis Religiosa

Su carácter inofensivo para los humanos y su voracidad a la hora de cazar a otros insectos hizo pensar, sobre todo en los siglos XVIII y XIX, que podrían ser efectivas como control de plagas agrícolas. Pero las mantis, como buenas anacoretas, se negaron a colaborar. La población de mantis crece ante un aumento de la cantidad de presas disponibles, pero no lo suficiente como para ser efectiva en el control de plagas. El trabajo de las mantis sólo es efectivo en cultivos pequeños como los jardines domésticos o pequeños huertos. La puesta de una hembra acumula varias decenas de huevos, pero no hay peligro de que las mantis invadan el jardín, puesto que ellas mismas ejercen como control de su propia población. Como antes conté, al nacer se devorarán entre ellas y las pocas que queden, se esparcirán evitando la presencia de sus compañeras restantes y buscando un territorio propio para dedicarse a lo que más les gusta: atiborrarse de pulgones.

Hoy día, con esa moda de tener como mascotas a todo tipo de animales exóticos, hay gente que cría mantis en terrarios y existen múltiples webs dedicadas a aconsejar sobre sus cuidados. Una moda como cualquier otra.

Esto ya se acaba. Resumiendo, tener una mantis en tu terraza, huerto o jardín será bueno para tus plantas, las protegerá de insectos perjudiciales. A ti no te perjudicará en nada, ni te picará, morderá ni te provocará ninguna enfermedad pero no esperes que se haga tu mejor amiga. Ella es así, asocial totalmente.

Nos vemos el mes que viene, espero que estéis ahí, ya sabéis que os necesito. Y sí, ya tengo una idea de lo que os espera. Pistas, ninguna, por si se me apetece dar un giro de 180º al tema.


Fuentes y Referencias: 20 Minutos, ABC, Agencia SINC, ArgentiNat, Asturnatur, Biocuriosidades, CanariWiki, Ciencia Fácil, Crónicas de Fauna, Diario Información, Ecología Verde, El Confidencial, Experto Animal, Flora de Galicia, Granada Natural, Hidden Nature, Hisal/Control de Plagas, Jot Down, La Huerta de Toni, La Mota/Control de plagas, Los Ángeles Times, Mis Animales, Muy Interesante, National Geographic, Portal Ambiental, Rentokil, RTVE, The New York Times, Torres, Traconsa, Universidad de Barcelona, Vetcon, Wikipedia.


© Carmela Pérez Nuñez

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