¿Transformación? No. Realidad

Está ahí, es una realidad. Pero no es una realidad que haya surgido en los últimos años. No. Es una realidad que lleva impresa, globalmente hablando, en nuestra especie desde siempre. Que ahora estén mostrándose al mundo más casos es una buena noticia, porque significa que la sociedad no solo está avanzando moral y éticamente, si no que está aprendiendo más sobre la complejidad de esa obra maestra de ingeniería orgánica llamada cuerpo humano.

Para comprender lo que realmente sucede con la identidad de género… mejor dicho, si uno quiere comprender lo que realmente sucede, es necesario saber que no es un tema sencillo, que no se limita a hombre o mujer ya que implica a la propia biología en sí misma, y somos seres extraordinarios e increíblemente complejos. Cuando uno acepta eso y se informa por los canales adecuados, es posible entender la cuestión que afecta a tantos seres humanos de nuestro planeta y por la que desgraciadamente tienen que luchar con uñas y dientes.


En apenas 10 años, solo en Estados Unidos se ha doblado el número de adultos que figuran oficialmente como transgénero en las encuestas nacionales. 1La información y los datos aquí ofrecidos están sacados de la Revista National Geographic España, en su artículo de marzo de 2017: Cómo cambian hoy las identidades de género.
Lógicamente esto es extrapolable al resto de lugares del planeta, y si no hay más datos es porque o no se pregunta, o no se investiga lo suficiente. Ya que dependiendo del país en el que lo tratemos, o no interesa o se quiere mirar hacia otro lado. Y aunque existe cada vez mayor conciencia al respecto, desafortunadamente también hay gran exposición de estas personas ante el acoso escolar, agresiones sexuales y violencia generalizada que en algunos casos conlleva incluso al suicidio u homicidio.

Pero está ahí. Está ahí. No es una moda, maldita sea, no es una apetencia del momento o una llamada de atención. Es algo tan complejo que el propio mundo de la ciencia descubre cada día que la mera definición biológica de sexo es más compleja de lo que creíamos. Muchos de nosotros sabemos que el sexo de un bebé se otorga según sus cromosomas sexuales, XX niña, XY niño. Es lo que nos enseñan, y ¿es así? Claro, es así, pero también hay una realidad más allá del XX y XY. Está más que demostrado que los factores que consideramos “masculino” y “femenino” no siempre se conjugan con nitidez y que el proceso es mucho más complejo que una “mera asignación de género al feto”.
Biológicamente hablando es posible ser XX y masculino en cuanto a anatomía, fisiología y psicología; así como ser XY y femenino respecto a lo anterior. Existe un gen llamado SRY que actúa sobre el cromosoma Y, y dependiendo de su comportamiento y aparición, otorga un sexo al feto. Sin embargo, este gen, el SRY, no siempre actúa de forma previsible, ya que a veces puede fallar o ser disfuncional, lo que puede provocar, por ejemplo, que con el paso del tiempo un “niño” se sienta “niña”, o viceversa. Y esto es solo mero ejemplo, un detalle más a tener en cuenta, que puede o no puede darse.


¿Ven? Es un tema que va más allá del mero espectro sexual predefinido, y que para formar una idea al respecto, hace falta vencer al fantasma de la ignorancia antes de ponerse frente a un micrófono a predicar tonterías como que “la naturaleza aborrece la homosexualidad” o “solo hace chicos y chicas”. La naturaleza no se limita a crear polaridades basadas en los vestigios del tradicionalismo impuesto que arrastra nuestra especie. Además, la paupérrima cultura y educación sexual que padece occidente no ayuda demasiado a que una persona se sienta a gusto con lo que realmente es. La identidad de género condiciona nuestras vidas desde su mismísimo inicio, y es necesario dedicarle tiempo, estudiarlo si es posible, pero sobre todo respetarlo y ayudarlo.

El sexo es una mezcolanza de elementos entre los que se incluyen no sólo cromosomas, si no anatomía, hormonas, psicología y cultura. Los seres humanos transgénero son una prueba más del extraordinario y complejo diseño que presenta nuestro organismo. A veces me da la impresión de que alguien, hace miles de millones de eones, nos escribió, concibió el mejor código de la historia de la creación. Imprimió ese código en nosotros, pero también lo dejó abierto para que el libre albedrío, o llámelo como quiera, hiciera las delicias con ramificaciones infinitas que no impongan límites. ¿Por qué? ¡Qué demonios! ¿Y por qué no?


Sin embargo, incluso con todo lo anterior, al final del día no importan tanto los estudios científicos o lo que nos muestre este increíble código. Lo que realmente importa es que se respete lo que cada ser humano cree que es correcto para con su cuerpo. Y eso, no podrá arrebatarlo nadie. Jamás. Lo he repetido en varias ocasiones, pero no me cansaré de decirlo: el mayor enemigo de la humanidad es el desconocimiento y la ignorancia.

© Daniel Borge

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