Tras la mirilla
No pudo evitar mirar de reojo la puerta de los vecinos como siempre hacía. Contuvo la respiración y tembló al sentirse observada y escuchar los jadeos detrás de la mirilla.
– El niño del 3º B es de lo más raro que conozco. Raro como un marciano. Un día tendremos un disgusto gordo -se dijo.
Una mancha verde y viscosa se coló por debajo de la puerta y empezó a invadir el rellano.
-No pienso hacerle caso al imbécil este. Sólo intenta asustarme.
Metió la llave en la cerradura. Estaba a punto de girarla cuando de la mancha pegajosa se levantó una mano verde que se aferró a la suya con fuerza y tiró de ella. Del otro lado de la mirilla, la voz siseó de nuevo, aterradora:
-¿Hoy tampoco quieres jugar conmigo, Luisa?