Tristeza de Carmen Nöel
Llega
como llega el frío aliento de la noche
sobre el desvencijado esqueleto del mundo.
Llega
como llega el mar
hasta la playa desnuda,
inevitable y feraz,
con esa eterna rémora de huella húmeda
deshecha en lágrima y en quejido.
Llega
como si siempre fuera a quedarse,
como un amanecer de invierno
envuelto en niebla,
diminuto, parco, mudo,
inmensamente abierto
ante el desnudo abismo helado del silencio.
Llega como una herida infectada,
como una espada de sombra clavada en sangre,
como una amiga dulce y fiel.
Llega,
ladrona de luz,
robándole a la primavera el alma de sus rosas,
arrebatándole,
vampiresa de amor,
su atronadora posesión de imán
a la belleza.
Llega borrando los días,
decolorando los más encarnados pétalos de la tarde,
camuflando las estrellas más azules,
las montañas más gigantes,
las horas incontables devanadas para las nubes y el viento.
Llega para quebrarle las alas al tiempo,
para arrancarle al lenguaje su aguijón de nardo,
para disfrazar con mortaja el deseo y el sueño,
para, adormecida en la noche,
vivir agazapada entre las más densas tinieblas
esperando el momento crucial
en el que pueda salir a reinar,
asesinando,
desde una sola mirada,
el universo entero en toda su plenitud.