Tsubakiyama de Felipe Espílez Murciano
Y llegaré a la colina de las camelias
entre rumores de agua y cascabeles,
con una niebla de fragancias
peinando a los pinos y laureles.
Y en la ermita de Bashō,
dejaré un haiku en el aire,
testigo de mi frágil paso,
colibrí ante un gigante.
Puede que una rana salte
al aire de los recuerdos,
puede que una rana croe
para avisar al maestro.
Y bajaré de la colina
con las mismas sandalias
y con la misma camisa gastada,
pero con un perfume a camelias
y el alma de un gigante viviendo en mi alma.